Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga
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Hace aproximadamente un par de meses, estudiando y escribiendo un texto sobre Pedro Fernández de Castro, el VII Conde de Lemos (click para acceder a la entrada), fui consciente –no por primera vez, pero en esta ocasión sí con profundo convencimiento– de lo desconocidos que son para muchas personas los episodios más relevantes de nuestro pasado. Nada más lejos de mi intención que criticar el sistema educativo –del que formo parte–, pero lo cierto es que llama la atención que en un currículo escolar rebosante de contenidos, no tengan presencia –o, de tenerla, se pasen por alto con tanta frecuencia– los relativos a la historia de Galicia. El escenario más habitual: una cita puntual a los suevos, algunos apuntes sobre las Revueltas Irmandiñas y quizá una mención al ilustrado Feijóo. Una lástima.
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Personajes como doña Emilia Pardo Bazán, nada sospechosos de un nacionalismo tendencioso –más bien todo lo contrario, pues a la escritora se le acusa de españolista y centralista–, en la obra «De mi tierra» (1888), subraya las vicisitudes que marcaron el devenir de Galicia: la independencia portuguesa, la forzosa adaptación castellana y una política que ella tilda de “malaventurada” en nuestra tierra, desde el siglos XV hasta el propio XIX, y que tantas consecuencias tuvo, especialmente en el contexto de las artes y para la lengua. Ni tono victimista ni intenciones revolucionarias tenía la coruñesa al reflexionar sobre esto, pero a nosotros nos sirve para constatar, con bastante objetividad, que nuestra tierra no jugó un papel protagonista, con poder y determinación, en el transcurso de los últimos siglos, sino que más bien permaneció al margen, queda y aislada –para bien y para mal–. No es de extrañar, pues, que ni nosotros mismos conozcamos bien sus singularidades históricas.
La intención de esta entrada es clara: dar a conocer diferentes episodios de la historia de Galicia, desde mi punto de vista muy relevantes y bastante olvidados. Como cualquier otro listado de «más importantes», es una recopilación subjetiva fruto de mi criterio particular. Sobrarán algunos, podrían estar otros… pero creo que vale la pena conocerlos. Ahí van.
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1.- EL REINO SUEVO DE LA GALLAECIA
Han pasado ya cuatro años desde que la ciudad de Ourense albergó la ambiciosa exposición sobre el reino suevo de la Gallaecia, «In tempore sueborum», la cual supuso un hito en la divulgación de unos hechos históricos tan relevantes y a la vez difíciles de estudiar. A aquella muestra la dediqué una entrada en este blog (click aquí para acceder) y me sirve de punto de partida para narrar este episodio.
A comienzos del siglo V, la Península Ibérica, cuyo territorio formaba parte del gran Imperio Romano, es invadida por pueblos originarios del norte de Europa, consecuencia de unos importantes movimientos migratorios que nosotros bautizamos como «invasiones bárbaras». En el norte de Portugal y la actual Galicia se instalan los suevos, creadores de una de las primeras monarquías medievales, entre los años 411 y 585 aproximadamente. Los suevos se encuentran con una sociedad fuertemente romanizada, y la falta de aportaciones intelectuales propias les hace asimilar la cultura latina. A pesar de ello, al reino suevo debemos la profunda cristianización del territorio. Es durante este tiempo en el que se levantan las primeras catedrales en la península –San Martiño de Mondoñedo–, consecuencia de la organización eclesial en diócesis –Braga–. A colación de este asunto debemos citar a personajes tan relevantes como San Martiño de Dumio, obispo, teólogo y literato, impulsor de los Concilios de Braga, claves en la regularización del cristianismo. El reino suevo desaparecerá a finales del siglo VI, al ser conquistado por los visigodos, consecuencia de la ambiciosa campaña expansiva del rey Leovigildo.
No es de extrañar que muchos evoquen con cierta nostalgia y mucho romanticismo el reino suevo de la Gallecia, primer conato de reino gallego independiente. Para saber más: http://www.intemporesueborum.es/es/
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2.- MONACATO Y POLÍTICA EN TIEMPOS DE SAN ROSENDO
Si un personaje destaca en la Alta Edad Media gallega, ése es San Rosendo (907-977). Muchas fuentes, tanto contemporáneas como posteriores, se hicieron eco de la labor de este noble, eclesiástico y militar, hijo de Gutierre Menéndez e Ilduara Eiruz. Nacido en las proximidades de la hoy Celanova, fue instruido por el obispo de Mondoñedo, cargo que desempeñará él poco tiempo después, porque, a pesar de su juventud, desde el comienzo ocupa importantes puestos eclesiásticos. Sus ideas renovadoras, unidas a su inclinación hacia el mundo monástico, le llevarán a fundar el monasterio de San Salvador de Celanova, después de recibir una revelación en sueños, durante una estancia en San Juan de Caaveiro. San Rosendo soñaba con un monasterio rico en liturgia, pero autónomo económica y coyunturalmente, cuyo abad contase con un principio de autoridad claro. La influencia de este nuevo cenobio fue enorme, no sólo en las relaciones políticas, sociales y económicas de la provincia de Ourense, sino también en todo el territorio galaico.
El papel de San Rosendo no puede valorarse sin entender lo que fue el siglo X en Galicia, convulso desde todos los puntos de vista. Nuestra tierra pasa, en un período corto de tiempo, de formar parte del Reino Astur a ser independiente con el rey García, para finalmente depender del reino castellano-leonés durante los siglos posteriores. Los ataques normandos por la costa y las campañas de Almanzor –razzias– provocan una profunda inseguridad en el territorio. Una nobleza gallega muy poderosa controla totalmente al monarca y , en este contexto, la fe en alza –son los tiempos del renacimiento monástico y del culto al Apóstol Santiago– juega un papel fundamental. Las fundaciones y el ideal de renovación de la vida monástica encabezados por San Rosendo resultará fundamental para controlar a la nobleza, resistir a las inseguridades y unificar el territorio.
Celanova es, sin lugar a dudas, el mejor lugar para evocar la figura de este santo gallego; concretamente este pueblo gallego conserva, dentro del conjunto del monasterio fundado por San Rosendo, un oratorio mozárabe dedicado a San Miguel. También lleva el nombre del santo ourensano un Camino Natural que conecta la Mariña lucense con el Xurés, recorriendo las provincias de Lugo y Ourense en dirección norte-sur.
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3.- EL REINADO INDEPENDIENTE DE GARCÍA II
Muy vinculado con el episodio anterior, no podíamos dejar de mencionar el reinado de García II, otra etapa de nuestra historia en la que Galicia fue reino independiente dentro del conjunto de la Península Ibérica. Su padre, Fernando I de León, dejó estipulado en su testamento que los distintos reinos se repartirían entre sus hijos, Sancho, García, Alfonso, Urraca y Elvira. A García le correspondieron los territorios de la hoy Galicia y norte de Portugal. Desde un primer momento sus hermanos pusieron de manifiesto el rechazo a este reparto, especialmente Sancho, quien emprendió una serie de maniobras políticas y bélicas que le llevaron a usurpar el reino de Galicia a García –que es encarcelado y posteriormente desterrado a las taifas musulmanas– y el de León a Alfonso. Tan sólo le quedaba apropiarse de Zamora, ciudad asignada a su hermana Urraca, cuando es asesinado por Vellido Dolfos en el conocido episodio del Portillo de la Traición, durante el cerco a la ciudad zamorana. García aprovecha esta nueva coyuntura para tratar de recuperar su reino, pero su hermano Alfonso no lo permitirá, y acabará siendo encarcelado de nuevo, en el Castillo de Luna, donde morirá años después.
Muchas fuentes apuntan a que la sede real de aquel reino galaico independiente fue Ribadavia (Ourense), por lo que, sin duda, es el mejor lugar para evocar este episodio de nuestra historia. ¿Qué hubiese pasado si el rey García no hubiese sido despojado de su legítimo trono? La historia probablemente sería bien distinta, pero nunca lo sabremos.
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4.- GELMÍREZ, PRIMER ARZOBISPO COMPOSTELANO
Creo que cualquier gallego ha oído hablar alguna vez de Gelmírez (Xelmírez) el primer arzobispo compostelano, el cual, en el desempeño de su cargo, ejerció tanta influencia en la ciudad del apóstol y en la historia de Galicia, a nivel político, eclesiástico, y, sobre todo, artístico.
A pesar de las innumerables y extensas fuentes que recogen su biografía, es difícil afirmar con rotundidad la veracidad de los hechos, ya que gran parte de la historiografía fue encargada por él mismo. Nacido a mediados del siglo XI, desde muy joven, Gelmírez está al tanto de la vida política, y es educado en el seno de la escuela catedralicia de Iria Flavia. Conoce muy bien, por tanto, las vicisitudes de la corte y de la curia, gracias a sus relaciones al amparo del rey Alfonso VI y por formar parte del grupo de poder alrededor del conde de Galicia, Raimundo de Borgoña. A lo largo de su trayectoria, una vez al frente de la nueva diócesis de Compostela, Gelmírez no escatimó en recursos y esfuerzos, incluidos largos viajes a Roma, para conseguir aumentar el rango de la sede episcopal, afianzada la creencia de que en ella descansaban los restos del Apóstol Santiago. No sólo lo conseguirá, sino que en su mandato quedará claramente delimitada la tierra de Santiago –entre el mar y los ríos Tambre, Ulla e Iso–. Dentro de ella, Diego Gelmírez dicta normas, recauda impuestos, administra justicia y convoca y dirige el Ejército. Y será durante su gobierno cuando se desarrollará la fase más importante en la construcción de la gran catedral románica que hoy conocemos, a cargo del maestro Esteban.
Dicho esto, no es exagerado afirmar que Xelmírez es uno de los personajes más relevantes de toda la historia de Galicia. Podemos evocar su figura visitando, cómo no, la catedral de Santiago, pero, especialmente, su Museo catedralicio, para conocer desde dentro el Palacio de Gelmírez, gran edificio románico que lleva su nombre, y muchas otras piezas contemporáneas de este gran arzobispo medieval.
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5.- LAS REVUELTAS IRMANDIÑAS
Los gallegos podemos presumir de ser protagonistas de un hecho único en la historia europea: una gran revuelta contra los abusos de los señores feudales, durante el siglo XV.
En el reino medieval de Galicia, superseñorializado, pues no había tierra sin señor, los vasallos, ante los constantes abusos, trataron de encontrar en el rey un aliado, bajo cuya protección poder hacer frente a los agravios del feudalismo. Aunque en el lenguaje común usemos el término irmandiños, con él estamos haciendo referencia a una institución, la llamada «Santa Irmandade do Reino de Galicia», que Enrique IV concede hacia febrero de 1467, después de varios años de resistencia frente a los señores gallegos. La hermandad se crea con el fin de perseguir malhechores y guardar el orden público. La concesión real le dio unidad, organización y derecho a la resistencia contra la tiranía. En la primavera de 1467, después de varias revueltas a nivel local, comienza una oleada de asaltos a los castillos señoriales, en la que participaron gentes de todas las clases, órdenes y grupos sociales, la “sociedad civil” en su conjunto; si bien, lógica y cuantitativamente la mayoría de los irmandiños fueron campesinos, pescadores y artesanos. Tras dos años de poder irmandiño, en 1469 los señores convocan ejércitos que consiguen apagar los levantamientos. Algunos castillos fueron reconstruidos, si bien la gran mayoría quedaron en ruinas. El legado para la historia fue claro: un movimiento de sensibilidad colectiva, una «mentalidad justiciera» que guió los pasos de una multitud contra la nobleza feudal.
Existen diversos puntos de la geografía gallega donde evocar este episodio tan genuino de nuestra historia, incluidos festival y recreaciones teatrales. De una de ellas, el «Asalto ao castelo» de Vimianzo, pudimos disfrutar hace algunos años (click para acceder a la entrada).
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En la próxima entrada (parte II), cerraremos capítulo con los siguientes episodios:
6.- El VII Conde de Lemos, político y mecenas
7.- El Ferrol del siglo XVIII
8.- Dos ilustrados, Feijóo y Sarmiento
9.- Los mártires de Carral
10.– El gallego en la cultura: Irmandades da Fala y Grupo Nós