Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga
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INTRODUCCIÓN
Segundo reportaje dedicado al carnaval en Galicia, después del publicado hace dos años sobre los peliqueiros de Laza (Ourense). Fue aquella una entrada que tuvo muchísimo éxito desde el momento de su publicación, hasta el punto de que hoy es uno de los primeros resultados en buscadores como Google. Porque el Entroido galego, a pesar del reconocimiento exterior y de su presencia en la mente de cualquier habitante de esta tierra, es todavía desconocido en origen y significado. El sorprendente éxito de aquel reportaje sobre el peliqueiro —y, por supuesto, lo mucho que disfruté de aquel viaje— me llevaron a tomar la decisión de repetir experiencia. Pero esta vez había ganas de probar con un Entroido de menor proyección internacional, más local pero igualmente interesante y vistoso. Así, pues, los protagonistas de hoy nos llevan hasta la comarca de Celanova, en concreto a la localidad de San Pedro da Mezquita (A Merca, Ourense).
Antes de entrar a analizar al detalle todo lo relativo a estas celebraciones —basándome en la bibliografía que podéis consultar al final de la entrada—, me gustaría comenzar con calma, yendo paso a paso, para aclarar algunas ideas básicas sobre esta tradición. En general, se podría decir que el Entroido es la fiesta de la risa y de la burla, encuadrada normalmente en el mes de febrero, antes de que comience la Cuaresma. En Galicia el carnaval lo conforman ritos y costumbres comunes a la vieja Europa, compartidos sobre todo con las regiones del norte de España, Francia y Portugal. De todas formas, a pesar de ese substrato común, presenta singularidad e identidad diferenciada. Siempre fueron fiestas espontáneas, sencillas y liberadoras. Colectivas y populares. Críticas y desmitificadoras. 100% propias de la la aldea o villa en cuestión. Y, por ello, estudiadas por académicos e intelectuales, como los miembros de la Xeración Nós y sus sucesores —Vicente Risco, Florentino L. Cuevillas o Fermín Bouza Brey—. Sin embargo, pocos han llegado hasta nuestros días, y los que han sobrevivido son hoy fiestas programadas o institucionalizadas en mayor o menor medida, lo que no impide que sigan siendo sumamente importantes a nivel patrimonial.
A partir de este momento, en el reportaje utilizaré exclusivamente la palabra Entroido para referirme a nuestros protagonistas, diferenciando esta tradición del carnaval urbano. Esta conceptualización no es baladí, sino asunto importante. Porque a mediados del siglo XIX, en el marco de las élites sociales y la ciudad, surge un festejo de salón social, círculo recreativo o casino; una celebración con disfraces bonitos, carrozas, desfiles y comparsas uniformadas; un frenesí de confeti y serpentinas. Este carnaval urbano, de raíz italiana, responde al tipo de celebración individualista, sin sentido de colectividad ni participación por pertenencia a un grupo estable. Y eso no es Entroido, como se entenderá al leer los siguientes apartados de la entrada.
A finales de los años 70 y, especialmente durante los 80, las celebraciones carnavalescas viven su momento álgido. La fiesta se convierte en un fenómeno universal estudiado por antropólogos y sociólogos de todo el mundo —como Harvey Cox—. Pero el más beneficiado de este revival es el carnaval urbano. En el rural, como decíamos, aún sobreviven Entroidos tradicionales, aunque no exentos de críticas entre los más puristas. Porque la pérdida de espontaneidad al convertirse en fiesta municipal, programa y subvencionada, dicen que le hace perder su más genuina esencia, el ser la fiesta del anticontrol y de la antirregulación. Famosa es la cita del más grande estudioso de la cuestión, Julio Caro Baroja: «…». Y no puedo estar más de acuerdo con Federico Choco: cada cosa en su sitio y en su tiempo. ¿Qué sentido tendría un enzoufamento de fariña en la ciudad? Ninguno. La tradición, allá donde nació. ¿Sería lógico firmar un testamento de burla cuando ni siquiera conocemos al vecino del piso de abajo, como suele ocurrir en las ciudades? Tampoco. En definitiva, debemos contribuir a que el Entroido galego mantenga su esencia de festejo rural y colectivo, sin apropiación en ninguna de las dos direcciones.
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PROFUNDIZANDO EN LA FIESTA: ORIGEN, ELEMENTOS Y TEMPORALIZACIÓN
Del análisis etimológico de las distintas voces que hacen referencia a este festejo podemos obtener bastante información:
– De la palabra «Carnaval» derivan dos teorías. La mayoritaria lo vincula con «carne levare», es decir, con la idea de quitar la carne, en alusión al comienzo de la Cuaresma. La minoritaria, con «carrus navalis», carro naval.
– Otra palabra empleada en algunas regiones, aunque claramente en desuso, es «Carnestolendas», relacionada con «carne tollendas», de igual significado a la mayoritaria que acabamos de explicar.
– Y si hablamos del conjunto de palabras similares a «Entroido» —Antroido, Entrudio, Entrudo—, llegaríamos a la voz «introitus», es decir, introducción. De nuevo, una idea relacionada con el comienzo de la Cuaresma.
La conclusión a la que se puede llegar desde la etimología parece clara: el carnaval como prólogo de la Cuaresma.
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Sin embargo, oscuro es el estudio de su origen. No está registrada la fecha de nacimiento del carnaval. Ni siquiera sabemos su época aproximada. ¿Prehistoria? ¿Historia? Se trata de una gran incógnita. Estudiado desde el siglo XIX, sobre el origende la fiesta del carnaval existen varias teorías:
1) Las que señalan su origen prehistórico, defendidas por la escuela vegetalista del irlandés James George Frazer y el alemán Mannhardt. Según esta corriente los ritos de carnaval serían las modernas versiones de los ritos presentes en todos los pueblos salvajes, encaminados a favorecer el renacimiento de la vegetación y la fertilidad de la tierra. Con el carnaval comienza un nuevo ciclo de la naturaleza, y sus usos responden a una finalidad agraria. En Galicia, esta tesis fue defendida por Fermín Bouza Brey y por Vicente Risco en la Revista Nós, aunque este último se pasó, décadas después, a las tesis medievalistas. Hoy en día, la mayoría de estudios creen que esta asociación prehistórica es ir demasiado lejos. Ya Caro Baroja señaló que el carnaval es una fiesta en la que se sintetizan y juntan muchos intereses, rechazando el vínculo directo con ritos animistas ancestrales.
2) Las que apuntan a un origen medieval, suscritas por Van Gennep, Risco, Heers o Bajtin. Caro Baroja señaló que el carnaval es, cuanto menos, hijo pródigo del cristianismo. Según estas corrientes, los caracteres de la fiesta se fijaron en la Edad Media y siempre de la mano del tiempo de Cuaresma. Lo que no quita que en el ciclo carnavalesco permaneciesen incluidos usos de raíz pagana. Vicente Risco en el año 1948 se desvincula de las tesis protohistóricas y Caro Baroja en 1965 formula el dicho —acordándose del orensano, a quien cita en su libro «El Carnaval»—. Ya un tiempo antes el ruso Mijail Bajtin abrió la línea, hablando del carnaval como expresión sublime de la cultura grotesca e irreverente de la Edad Media, encajada en el calendario para contraponerse a las fiestas oficiales y religiosas. Y en Francia, Van Gennep rompió todavía más con las tesis prehistoricistas en un extenso trabajo sobre el carnaval francés.
3) Otros autores se han preocupado de la conexión de esta fiesta con las culturas clásicas, especialmente Grecia y Roma, pero también Babilonia y Persia, como en el caso de Liungman en 1937. El objeto de estudio son las fiestas dionisíacas, en las que los campesinos escenificaban farsas enmascaradas durante el mes de diciembre. Las fiestas de febrero eran las Anthesterias, famosas sobre todo en Atenas, con abundancia de vino durante los tres días de duración. Otros festejos interesantes son las fiestas purificadoras Lupercales romanas, a mediados de febrero. Y las fiestas Saturnales de diciembre, en las que se producían un intercambio de papeles entre esclavos y romanos, y donde existía un rey de la fiesta, personaje evolucionado con el tiempo en los obispos y abades de locos y en el rey de la burla —Edad Media— y en el meco —actualidad—.
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Importantes son las conclusiones finales a las que llegó Vicente Risco en sus estudios. Según el polígrafo orensano, todo lo que se pueda decir del Entroido galego se puede afirmar también de otros carnavales españoles. Señala que nuestra fiesta debemos verla desde un contexto más amplio que el propiamente gallego, pues hay grandes similitudes con las celebraciones del norte de España y Portugal. Del tronco común de los carnavales occidentales nace la rama gallega. Por eso, creo que es interesante hacer un breve repaso a otras celebraciones en nuestro país.
– En ASTURIAS se celebraba el «Antroxu», con personajes como el llamado zamarrón, aguilandera, guirrio o vexigueiro. Los carnavales rurales prácticamente han desaparecido y la celebración más famosa es de tipo urbano, en Avilés.
– En CANTABRIA nos encontramos con la vijanera de Silió y personajes denominados zarramacos, madamas, mancebos, arlequines, oso, vieja… También hay cencerrada política en Santander y Santoña.
– En el PÁIS VASCO y NAVARRA a la fiesta se le denomina «Ihauteri». El festejo más arcaico tiene lugar en Lanza (Navarra) donde encontramos personajes como el Miel-Otxin, ziripote, zaldiko… También es famoso el de Valcarlos, Ecay-Araquil, Burguete, Leiza o Lezaun, sin olvidar localidades como Zalduendo, Villanuva de Araquil o Zuberoa.
– En ARAGÓN se celebra carnaval en Gistain y Bielsa, donde encontramos personajes llamados madamas y trangas.
– En CATALUÑA el festejo más famoso es el de Vilanova i la Geltrú, antaño de sociedad y casino. A partir del año 56 se recuperan los Carnestoles. También se celebra carnaval en Reus y Solsona.
– En CASTILLA Y LEÓN son famosos los carnavales urbanos de León y La Bañeza. En la zona de Omaña se celebra la zafarronada y en la provincia de Zamora encontramos la figura del zangarrón, aunque en zonas occidentales salen madamas y galanes. Otras localidades castellanas con festejos son Miranda del Castañar, Toro, Ciudad Rodrigo, Cebreros o Casavieja.
– En CÁDIZ son famosas las murgas y comparsas y, en especial, las chirigotas, canciones de sátira y burla basadas en hechos locales o nacionales destacados ese año.
– Y en TENERIFE el carnaval sigue el modelo brasileño de sensualidad, color y fantasía enfocado al turismo. Sin embargo, sobreviven carnavales rurales en Lanzarote y Frontera (El Hierro).
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La máscara es la esencia de la tradición. Se trata de un elemento que cubre el rostro y le confiere a su portador otra personalidad. Pero la fiesta no se reduce a tapar la cara con una pieza, sino que está llena de significados que iremos desvelando. Existen máscaras en todas las culturas primitivas, de Oceanía hasta Sudamérica. Etnólogos y antropólogos hablan del fenómeno del enmascaramiento como un impulso primario del hombre. Pero puede tener diferentes significados. No es lo mismo su sentido mágico o religioso en algunas aldeas prehistóricas, que el uso que se le da en el teatro, ni tampoco la finalidad en el Entroido. Grosso modo podríamos diferenciar:
– Por un lado, las máscaras totémicas, funerarias, de rango de poder, protectoras de tribu, animales o campos, guerreras o ahuyentadoras de malos espíritus. Encontramos ejemplos de ellas en Nova Guinea, Arizona, Perú, Camerún, Congo, islas del Pacífico, etc.
– De otro, las máscaras utilizadas en el teatro, nacido en la Gregia y Roma clásica. Fueron recuperadas en el siglo XVI por la Comedida del Arte de Polichinela, Arlequín y Colombina. Hoy en día, su uso en el teatro es mínimo.
– Y, finalmente, la máscara de carnaval. Importante en este sentido es la cita de Vicente Risco sobre la inversión de valores que produce: «…». Con ella se asume otra identidad.
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El calendario del Entroido depende de cada localidad. Encontramos ejemplos de pueblos donde la celebración se alarga durante días —como en el caso de Xinzo de Limia y sus cuatro semanas de fiesta, con domingo fareleiro, oleiro, corredoiro y de entroido— y otros que se limitan al martes de carnaval, el día central. De hecho, el refranero gallego conserva dichos sobre esta festividad, pero siempre con referencia al martes. Como dato curioso, muchos estudiosos han reparado en la repetición de la estructura temporal de 40 días antes y después estas fiestas; es el caso de la Cuaresma pero también, por ejemplo, del período que va de la Navidad a la Candeloria, fecha en la que comienzan las celebraciones carnavalescas en algunas localidades. Sin embargo, las fechas principales del Entroido están claras: son móviles en el calendario anual pero siempre hablamos de domingo, lunes y martes de Entroido. Risco y Taboada Chivite completan esta temporalización añadiendo otras datas frecuentes como el domingo fareleiro, el xoves de compadres, el domingo corredoiro y el xoves de comadres. De reciente creación es el domingo de piñata, pasados los días principales.
El Entroido está presidido y simbolizado por un muñeco, generalmente llamado meco, figura presente también en otros carnavales de España y Europa. A él se le atribuyen todos los males de la comunidad pero, sin embargo, se lamenta su muerte una vez pasados los días de fiesta y desenfreno. El meco suele estar confeccionado con paja y ropas viejas. Se le cuelga de un lugar visible en el pueblo y en ocasiones disfruta también de cortejo propio. Delante de él se lee el sermón o testamento —del que hablaremos a continuación— y en su despedida se procede al enterramiento o quema del muñeco. El reinado del meco suele llevar implícito un reglamento aceptado por todos. Y, aunque «meco» es el término más habitual —recogido hasta por el Padre Sarmiento en sus estudios—, también recibe el nombre de momo, Mikaela, Xan Perdulario, Vella, Felipe ou Felipiño.
El sermón —también llamado testamento o reparto— es un elemento común a todas las fórmulas de despedida ritual en el Entroido. Es la ocasión ideal para la burla colectiva, repasando los acontecimientos locales del año con sátira para todos sus protagonistas. Es una muestra más del profundo sentimiento de unidad colectiva que caracteriza esta fiesta, la relación global, en todos con todos, en un pueblo determinado. Su formato más habitual son las cuartetas y los ingredientes imprescindibles la burla, ironía, crítica social y política, el humor y los lamentos por el fin de la esmorga. Normalmente se lee el martes de Entroido a última hora de la tarde, delante de todos los vecinos —estando mal visto el no asistir—. Si eras tú el objeto de las críticas ese año, aguantabas con mejor o peor cara. Vemos un ejemplo en esta estrofa, recogida en Trazo (A Coruña) en 1979: «Pra poder escomenzar / o antroido quixo pedir / que ninguén se vaia enfadar / polo que aquí vai decir.» En algunas localidades como Laza, el animal que representa sus fiestas, como el burro, es el protagonista del testamento. En muchas localidades se organizaban entremeses y comedias —dato recogido por Vicente Risco—, pero en su mayoría están desaparecidas. Subsisten las representaciones de «oficios» en algunas localidades.
Con respecto a la comida de Entroido, el propio origen etimológico del carnaval, la palabra «carne levare», alude al alimento. Como prevención a las privaciones de la Cuaresma el Entroido es tiempo de excesos en la comida y la bebida. Son habituales las comidas familiares, xuntanzas de vecinos, fiestas gastronómicas… Como tantas otras fiestas en Galicia, el Entroido se celebra alrededor de la mesa, confraternizando e invitando, especialmente a la máscara. Y el rey de la gastronomía en estas fechas, el cerdo, llena la mesa. Es la primera fiesta después de la matanza, en la que se disfrutan los frutos del trabajo en casa, como los chorizos. Los productos más típicos del Entroido son el lacón con grelos, el cocido con sus muchos ingredientes, el botelo; y las filloas, orellas e bica de postre.
Para terminar esta introducción, faltaría hacer referencia a la música y a la danza. En relación a este tema, ninguna muestra específica de Entroido ha llegado a nuestros días. ¿Se perdió? ¿O es que simplemente se cantaban las canciones de siempre? Lo cierto es que no en muchas aldeas habría abundancia de instrumentos y lo más probable es que la música cada quien la interpretase con lo que tenía. En las mascaradas rurales del País Vasco, sin embargo, el componente musical sí fue siempre importante. En Galicia podemos encontrar reminiscencias en las danzas de Santa Cristina de Cobres y en las coplas de ciego que se cantaban, con zanfoña o acordeón, por las diferentes localidades.
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O ENTROIDO EN SAN PEDRO DA MEZQUITA
Sabemos que en Galicia ninguna provincia como Ourense representa la magia del Entroido. Y no porque en ella se den cita las tres celebraciones más famosas —por su importancia, las localidades de Verín, Xinzo de Limia y Laza reciben el nombre de Triángulo máxico do Entroido—, sino porque existen otras muchas repartidas por todo su territorio. Por mencionar algunas máscaras: los felos de Maceda, el boteiro de Viana do Bolo, los troteiros de Bande, las mázcaras de Manzaneda, el vellarón de Riós, las madamitas de Entrimo… Y nuestros protagonistas de hoy en Tierra de Celanova: los galos de San Pedro da Mezquita (A Merca, Ourense).
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Después de dedicarle un reportaje a la iglesia románica de San Pedro y otro al conjunto de hórreos —y en esas entradas podéis consultar más información sobre la zona desde un punto de vista histórico, sociológico y económico—, tocaba cerrar ciclo con el ayuntamiento de A Merca hablando de su particular entroido tradicional, el de los galos da Mezquita.
La tradición de la máscara en A Mezquita se perdió a mediados de los años 60 y, después de un primer intento de recuperación en la década de los 90, la Asociación Galos de A Mezquita la recupera definitivamente en el año 2014. En contraposición a los que van de «feos» —con ropa cualquiera que tengan en casa— está la máscara y el traje de galo. Originariamente sólo los hombres solteros salían vestidos con esta indumentaria. El traje del galo consiste en botas con polainas, calzón blanco con otro corto de lino por encima, seis pañoletas atadas —por ejemplo en las muñecas, imitando los espolones del gallo—, camisa con corbata, mantón de Manila, collares, antifaz cubriendo el rostro, el llamativo sombrero con forma de gallo y una caxata —bastón— representando la autoridad.
Su gran aparición tiene lugar el domingo de Entroido delante de la iglesia de San Pedro. Hasta sus puertas se desplazan los galos para esperar la salida de los feligreses que acudieron a misa. Para exonerar sus culpas, estos últimos deben proporcionar a la máscara dinero, huevos o simplemente echar un baile. Después de esto los galos irán visitando las casas de la localidad, donde se les invitará a licores y postres típicos. A la hora de comer, los vecinos se juntan en la antigua escuela, hoy local social, en un xantar de confraternidad donde no faltan los productos típicos: carne de cerdo, berza, orellas, licores… Y por la tarde llega la hora de bailar. Durante el festejo algunos galos se despojarán de los collares y de todo aquel accesorio que les moleste para proceder a la «monta do galo»: la tradición consiste en que si algún vecino monta al gallo, al tratarse de una ofensa éste sale corriendo detrás de él; una vez aprisionado lo conduce a la fuerza hasta el lugar donde sirvan bebidas —la taberna—, para que el susodicho le invite. También hará su aparición la vaca, embistiendo a quien pille por delante. Durante el martes de Entroido las máscaras también suelen participar en el pasarrúas y repiten la visita a las casas. Mención especial merece la música en San Pedro da Mezquita, pues su banda, de la que se tiene conocimiento desde las primeras décadas del siglo XIX, amenizaba la fiesta con composiciones propias —en proceso de recuperación, según me informan—.
Con poco apoyo institucional y a falta de seguir avanzando en su conservación y difusión —por ejemplo a través de alguna publicación escrita— el trabajo de recuperación de la asociación es digno de aplauso. Gracias al esfuerzo colectivo la tradición se recuperó y a día de hoy continúa muy viva. Son ya 10 años consecutivos en los que la máscara del galo sale por el Entroido. Pero también una década en la que los miembros de su asociación participan en simposios, programas de televisión y toda aquella iniciativa por la conservación y difusión de la tradición a la que son invitados. Por mi parte, feliz de acudir a su fiesta, vivirla y contribuir a su supervivencia dando testimonio en esta página web. Millones de gracias a todos los vecinos por su hospitalidad en lo que fue para mí un día inolvidable.
Para terminar, acompaño una serie de fotografías secuenciadas:
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Primera hora de la mañana: los galos se preparan en el local social










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El traje de galo a todo detalle:




















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Esperando a los feligreses a la salida de misa:
















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A pagar el tributo y echar un baile:





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Comida vecinal en la antigua escuela

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Por la tarde baile, monta do galo y salida de la vaca








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BIBLIOGRAFÍA
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RISCO MARTÍNEZ-AGÜERO, V. (1926). Os cigarróns. Revista Nós, 35.
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OTROS RECURSOS
REVISTA HISPANIA NOSTRA n.º 28 (septiembre 2017).
NOTICIA EL FARO DE VIGO «Los galos de A Mezquita (…)» (20 de febrero de 2023)
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