Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga
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Continúo la serie iniciada hace algunos meses, dedicada al románico rural gallego. Como ya comentaba en aquella primera entrada, siento una debilidad especial por este tipo de edificaciones. Poco tienen que ver, en cuanto a complejidad arquitectónica y artística, con las grandes catedrales o con las iglesias de los complejos monásticos, pero lo cierto es que estos pequeños templos del rural poseen un encanto especial. Su aspecto más austero y humilde contrarresta con la autenticidad de un espacio que, en la mayor parte de los casos, mantiene su esencia intacta, por lo que resulta más fácil apreciar la finalidad para el que fue creado y, por encima de todo, conocer su historia de manera global. En definitiva, todo lo vivido durante sus casi mil años de existencia se le ofrece al visitante sin filtro, intacto, perenne al transcurso del tiempo.
En la primera entrada, a cuento de la iglesia de Santa María de Doroña, yo escribía: “No por ello dejan de tener valor histórico y artístico este tipo de monumentos, pues lejos de considerarlos edificios menores, debemos verlos como un reflejo de la vida en Galicia durante los siglos centrales del medievo. Si una gran catedral nos traslada a la bulliciosa vida de las ciudades, hogar de comerciantes y sede real, las sencillas iglesias rurales evocan la vida de campesinos, señores y clérigos en pequeños núcleos de población. Es por ello que lejos de escoger y establecer una jerarquía entre ambos extremos, debemos entender cada uno como piezas de un puzzle que nos permite comprender la realidad histórica de forma completa y significativa.”
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Algo parecido ocurre con la iglesia de San Pedro da Mezquita, situada en el ayuntamiento orensano de A Merca, a unos 15 kilómetros aproximadamente de Ourense capital. Este templo resulta de gran interés para cualquier amante del románico, precisamente por la idea expuesta al comienzo de esta entrada. Las escasas modificaciones que ha sufrido a lo largo de su historia, unido a su localización en un pequeño y tranquilo pueblo, hacen de la visita toda una experiencia de viaje en el tiempo. La iglesia, además, presenta varias singularidades –como la altitud de la nave o su riqueza iconográfica– por lo que estamos ante una visita francamente interesante. Contribuyó a hacerla todavía más romántica, esa luz de invierno en las últimas horas de la tarde –si bien me condicionó bastante a la hora de sacar las fotografías–.
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HISTORIA
Una donación del siglo X, dentro del Tumbo de Celanova, es la primera fuente documental que acredita la existencia de la iglesia de San Pedro da Mezquita –se refiere a ella como Sancto Petro de Mezquita, y está fechada el 10 de diciembre del año 989–. Queda claro, pues, que existió una construcción anterior al templo actual, de estilo prerrománico, pero nada se sabe de ella.
Siempre bajo el dominio monástico de Celanova, encontramos más menciones a San Pedro da Mezquita durante la Edad Media. En el siglo XI, referida a una donación, y, en el siglo XII, nos encontramos con una carta firmada por el rey, ofreciendo protección a las iglesias de Ourense, previa petición del obispo. En el siglo XIII las fuentes documentales siguen haciendo referencia a donaciones, mientras que las del siglo XIV recogen aforamientos. En documentos del siglo XV, San Pedro da Mezquita sólo aparece mencionada en tres ocasiones, por motivos circunstanciales, como reparticiones o más aforamientos.
Motivos económicos como ventas y donaciones son los que aparece recogidos en fuentes del siglo XVI. Y, en la bibliografía que he consultado, también se habla de jurisdicción y señorío en el coto de San Pedro da Mezquita, sus idas y venidas entre la casa de Braganza, el señorío de Monterrey y el de San Saturnino a partir del siglo XVIII. Menciones posteriores no las consideran relevantes los académicos, por no aportar ningún dato adicional.
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Resulta curioso como ninguna de estas referencias a lo largo de tantos siglos ofrecen datos sobre la construcción de la iglesia. Es por ello que, como señala Yzquierdo, la iglesia que vemos hoy es la única fedataria de su propia vida. Muy resumidamente podríamos decir que se trata de un templo del románico final, porque ya presentan algunos rasgos góticos, como arcos apuntados.
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DESCRIPCIÓN EXTERIOR
La iglesia de San Pedro da Mezquita se yergue en un pequeño otero dentro del pueblo, perimetrado por una cancela, donde también se encuentra situado el cementerio.
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Se trata de un templo de nave única, el cual llama la atención por su acentuada verticalidad. Ésta puede que no se aprecie en las fotografías, como sí lo hace, vista en persona, desde un primer momento. Tan sólo rompe con la armonía del conjunto la sacristía, de construcción posterior, anexada al muro norte de la iglesia, y la torre campanario –poco frecuente en el románico rural de Galicia–, que, en apariencia, parece achatada, precisamente por la altitud del templo. La nave única cuenta con un sólo ábside semicircular, precedido de un tramo recto.
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Los muros laterales –construidos con distintos tipos de granito, de ahí la diferencia cromática– están reforzados con unos grandes contrafuertes, que los dividen en tres tramos, y en ellos se sitúan algunos de los vanos que iluminan la iglesia. De los ocho con los que cuenta el templo, tres se sitúan en el muro septentrional –muy austeros– y dos en el meriodional –más complejos, con arquivolta y columnillas, entre otros elementos–. Los contrafuertes vienen a reforzar los arcos fajones que sostienen la cubierta, de madera a dos aguas. Como ya he comentado antes, la iglesia de San Pedro da Mezquita destaca por la variedad de su decoración e iconografía, y un primer ejemplo de ello lo encontramos ya en los muros, gracias a las cobijas y a los canecillos, y a las arquivoltas, los capiteles y el cimacio en los vanos que cuentan con ellos, los del muro sur. Los motivos decorativos más repetidos son de tipo vegetal y geométrico.
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La iglesia cuenta con tres accesos. El principal, en la fachada occidental, y otros dos más, cada uno de ellos en un muro lateral. El acceso que se abre en el muro sur es extremadamente sencillo: una puerta bajo arco que sostiene un tímpano, donde se representan en bajorrelieve dos leones, que apoyan sus patas en la almena de un castillo. Las mochetas también cuenta con decoración, en este caso una flor y un barril. Por el contrario, el acceso del muro norte es completo. Cuenta con arco de medio punto sobre columnas adosadas, y la decoración –bolas, anillas y motivos vegetales– se encuentra en la arquivolta, su chambrana y los capiteles. Las mochetas y buena parte del dintel de esta puerta desaparecieron, probablemente por algún recorte posterior para darle más altura al hueco.
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Pero lo más interesante del templo a nivel exterior es la fachada principal, la occidental. Me centraré en la decoración y la iconografía por su singularidad. La triple arquivolta del arco y la chambrana presenta una ornamentación variadísima con arquillos, bocel, medias cañas, baquetillas, hojas, bolas, ajedrezado… También llaman la atención los motivos geométricos de los cimacios –diferentes en cada lado– y que de las tres columnas, la central es entorchada.
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Menciono aparte los capiteles, quizá los elementos más deteriorados de todo el conjunto. Lado norte (de interior a exterior): entrelazos vegetales, un animal mordiendo a otro y hojas con fintas remetadas en volutas. Lado sur: figuras que representan una escena de juglaría en los dos interiores, y hojas con sogueados rematados en volutas en el exterior. En las mochetas de la puerta nos encontramos con dos fieras con la cabeza girada al exterior y, en el tímpano, una cruz de influencia bizantina, dentro de la cual podemos observar un Cordero inscrito en un círculo. La inscripción del siglo XVIII hace referencia al templo como refugio de amparo sagrado. Pero aquí no acaba la singularidad de esta fachada. Aún vamos a encontrar más decoración a raíz del tejaroz que presenta. Éste sustenta seis canecillos, entre los cuales se introducen tabicas también decoradas –un lobo, una serpiente, varios hombres…–.
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Y, por supuesto, hay que hacer mención a las dos esculturas bajo el tejaroz. La septentrional es fácilmente identificable: San Pedro, titular de la iglesia, con las llaves en la mano. La meridional podría tratarse de Santa Ana, la Virgen María, una profetisa o la propia personificación de la iglesia. Por último, en un nivel superior, existen otras representaciones: en al lado norte, una loba amamantando a sus lobeznos –¿la loba capitolina?– y otra figura animal con un cachorro entre sus patas en el lado sur. Por encima de ésta, existen otras dos figuras más, tan deterioradas que resulta difícil identificarlas. Finalmente, en el segundo cuerpo, se abre un vano completo y, por encima de éste, un rosetón de medianas dimensiones. En el vértice, como remate, un Agnus Dei.
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Para terminar el repaso al aspecto exterior del templo, hay que hablar del ábside que cierra su cabecera. Como ya he mencionado, es semicircular precedido de tramo recto. Dos gruesos contrafuertes, uno en cada muro lateral, preceden este tramo, si bien sólo se aprecia en el lado sur, puesto que en el norte lo tapa la sacristía. El hemiciclo se organiza en cinco tramos a partir de cuatro columnas, de los cuales tres tienen ventanas completas –con arquivolta y columnillas–. La decoración, tanto en las columnas como en las ventanas, es riquísima: prima la vegetal, pero nos encontramos incluso con alguna figurada, como un cuadrúpedo amamantando a sus crías.
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DESCRIPCIÓN INTERIOR
El interior de San Pedro da Mezquita es reflejo de la complejidad que presenta en el exterior. La nave se organiza a través de dos arcos diafragma, que la dividen en tres tramos, y que sostienen la techumbre de madera, a dos aguas. Los arcos reposan en gruesas columnas embutidas, que presentan capiteles decorados. En los diferentes vanos de los muros laterales encontramos decoración, principalmente vegetal. Figuras humanas aparecen representadas en algunas ménsulas.
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Un arco triunfal separa la nave del ábside. Como éste presenta dos espacios diferenciados, encontramos dos cubiertas distintas: una por bóveda nervada y otra por bóveda de horno. En el ábside cabe destacar la presencia de vanos, especialmente los tres centrales, por su complejidad constructiva.
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En dos puntos del templo encontramos inscripciones epigráficas que nos dan información acerca de la historia de San Pedro da Mezquita. Sobre las fechas en las que se construyó el edificio, dos inscripciones del siglo XII junto a la puerta de acceso principal. Otras dos, en distintos tramos del muro norte, son del siglo XIII, y hacen referencia a donaciones que ayudarían a finalizar las obras de la iglesia.
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La iglesia de San Pedro contó con varios retablos, hasta que éstos fueron retirados durante las obras de restauración, a finales del siglo XX. En la actualidad, cuenta con imágenes barrocas de cierto interés artístico, e incluso un pequeño retablo de los novísimos en la sacristía. Las piezas de orfebrería son sencillas, hechas en plata entre los siglos XVII y XIX.
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No puedo terminar esta entrada sin dar las GRACIAS a M. e I., pues sin su intervención no hubiese podido visitar el interior de la iglesia, que amablemente me abrió A. ¡Inmensamente agradecida por su ayuda en esta excursión que tanto disfruté!
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BIBLIOGRAFÍA
La elaboración del texto se ha hecho desde cero a partir de la bibliografía, en un ejercicio de síntesis personal.
- FUNDACIÓN SANTA MARÍA LA REAL (s. f.). Enciclopedia del románico. Románico Digital
- YZQUIERDO PERRÍN, R. (2013). San Pedro da Mezquita. Cadernos Porta da Aira. Ourense: Grupo Francisco de Moure.
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