Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga
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La provincia de Ourense atesora un patrimonio monástico inigualable. A estas alturas poco más se puede añadir sobre la Ribeira Sacra –Santo Estevo y Santa Cristina de Ribas de Sil, Xunqueira de Espadañedo, Montederramo…–, sobre los monasterios del Cister –el espectacular cenobio de Oseira, San Clodio, Melón…– o sobre conjuntos tan singulares e influyentes como San Pedro de Rocas y San Salvador de Celanova.
Precisamente en Celanova, dentro del antiguo conjunto monástico de San Salvador –abandonado tras la desamortización en el siglo XIX, hoy sede del ayuntamiento– se conserva uno de los monumentos más singulares y de mayor valor histórico-artístico de la provincia orensana, pero también del conjunto de toda Galicia: la capilla mozárabe de San Miguel. Se trata de un edificio construido, nada más y nada menos, que en el siglo X, y que ha llegado hasta nuestros días intacto. San Miguel de Celanova es una joya milenaria, la cual, a pesar de sus reducidas dimensiones y su sencillez arquitectónica, está llena de significado y es testigo de una etapa muy interesante en la historia de nuestra tierra, con San Rosendo como figura fundamental.
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«No quise irme de Celanova sin ver la capilla de San Miguel (…). Entré, pues, en la capilla y ya dije en otra ocasión que para mí no cabe duda de que allí rezó San Rosendo. Había aquella mañana de mi visita, allí dentro, una luz que no era de este mundo. Olía a incienso y a membrillo, como dijo Robert Browning que olía Asís. (…) Todo el valle de Arnoya era, aquella mañana de mayo, una enorme plaza de seda multicolor en la que brillaban como perlas las gotas del rocío.»
ÁLVARO CUNQUEIRO . Celanova. Faro de Vigo, 7 de julio de 1951
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CONTEXTO HISTÓRICO: San Rosendo y la Galicia del siglo X
A lo largo de la entrada se irá poniendo de manifiesto lo difícil que resulta estudiar un edificio de estas características, fechado, además, en un siglo tan complejo como lo fue el siglo X. En poco más de cien años, Galicia pasa por diferentes estadios políticos: de su dependencia del Reino Astur, a la independencia con el rey García, hasta finalmente volver a formar parte de la corona castellano-leonesa en los siglos sucesivos. Y a la inestabilidad política se suma la inseguridad. Son tiempos de ataques normandos por la costa, y de las campañas de Almanzor –razzias–. La nobleza, muy poderosa en Galicia, controla al monarca. En este contexto tan complejo, la religión resultará clave: se consolida el culto al apóstol Santiago y, sobre todo, tiene lugar el llamado renacimiento monástico, gracias a la figura de San Rosendo, que traerá paz y estabilidad en el territorio.
San Rosendo (907-977) es el personaje más importante del altomedievo gallego. Existen numerosas fuentes –tanto contemporáneas como posteriores– que recogen el testimonio de su vida. Hijo de los nobles Gutiérre Menéndez e Ilduara Eiriz, existe controversia sobre su lugar de nacimiento, aunque la mayor parte de los estudios apuntan a las proximidades de la hoy Celanova. Recibió formación del obispo de Mondoñedo, cargo que en el futuro ocupará él mismo, puesto que, a pesar de su juventud, desde muy pronto se hará cargo de importantes funciones eclesiásticas. Su inclinación hacia el mundo monástico le lleva a poner en marcha proyectos renovadores, que cristalizarán en la fundación de un monasterio ideal, el de San Salvador de Celanova. Ese cenobio ejemplar se articularía a través de una rica liturgia, autonomía económica y coyuntural, y el mando de un abad con principio de autoridad.
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CONTEXTO ARTÍSTICO: El arte del siglo X
Si compleja es la historia de Galicia en el siglo X, más difícil resulta todavía estudiar el contexto artístico. San Miguel de Celanova aparece siempre referenciado como un oratorio mozárabe, pero ¿es esto correcto? Sabemos que la mayor parte de las discusiones son puramente terminológicas, pero conviene precisar a qué llamamos «arte mozárabe» y a qué «arte de repoblación». Si con el primero hacemos referencia a las manifestaciones artísticas de los cristianos emigrados de tierras musulmanas, con el segundo mencionamos el arte de los cristianos antiguos en territorio repoblado. Sin embargo, en San Miguel de Celanova estamos ante un edificio singular, levantado en un contexto muy particular, marcado por la oscuridad pero también por el despegue, y con una gran variedad de lenguajes estéticos a pesar de su sencillez: hispanovisigodos –lo tardorromano y lo paleocristiano–, asturianos, islámicos y contemporáneos. No pudiendo establecer un paralelismo con ningún otro monumento del siglo X en España, sólo cabe analizarlo de manera individual, prescindiendo de etiquetas y afirmando que se trata de una obra ecléctica.
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UNA VISITA AL MONASTERIO DE CELANOVA
En el año 934, estando San Rosendo en el monasterio de San Juan de Caaveiro, recibe una revelación en sueños que le llevará a emprender una importante misión: la de fundar un monasterio bajo sus ideales renovadores. Gracias a los terrenos donados por su hermano Froila y la esposa de éste, Sarracina, alrededor del año 936, pronto podrá ejecutar su idea. Tras un viaje a León en el 937, San Rosendo recibe licencia de la monarquía para comenzar a levantar el cenobio. Gracias a fuentes documentales, sabemos que el monasterio de Celanova se encontraba en activo en el año 940. También constan construcciones levantadas y gran cantidad de objetos comprados en documentos del año 942. Sin embargo, de todo aquello, ¿qué permanece en la actualidad? Tan sólo el misterioso oratorio de San Miguel, ni que decir tiene, el punto más emocionante de la visita.
De época medieval nada más que el oratorio sobrevivió al transcurso de los siglos, puesto que el gran conjunto monástico que hoy vemos es de traza barroca, siendo desamortizado en el siglo XIX. Catalogado como Monumento Nacional en el año 1932, el monasterio de Celanova despertó la admiración de los más ilustres personajes, como doña Emilia Pardo Bazán, que relató un viaje por Celanova en el libro «De mi tierra» (1888):
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«Hay una capillita tan chica como prodigiosa; sólo que pide capítulo aparte. (…) ¡Qué sorpresa tan grande encontrar, bajo el cenador de floridos jazmines cuyo ramaje la entolda, rodeada de emparrados donde cuelga sus graciosas estalactitas el maduro racimo, en un huerto y como escondida por la vegetación, esa joya del más puro arte árabe, la única que en tierra gallega existe, y que parece reducción del famoso Mirrab de Córdoba!»
EMILIA PARDO BAZÁN. Una visita a San Rosendo y su monasterio, en Celanova. «De mi tierra» (1888)
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EL ORATORIO DE SAN MIGUEL
En cuanto a la PLANIMETRÍA, la capilla de San Miguel es el resultado de una particular combinación de esquemas geométricos. Presenta tres espacios diferenciados: uno rectangular –con función de nave–, otro de estructura cuadrada –a modo de cimborrio– y un ábside. Cada uno de ellos es aditivo e independiente, totalmente distinto en cuanto a altura, cubierta e iluminación.
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El acceso al INTERIOR del inmueble se realiza por el lado sur, y, al tratarse de una entrada lateralizada –típica en la arquitectura del siglo X–, se produce un efecto sorpresa. Dadas las singularidades de cada uno de los tres ámbitos, conviene comentarlos por separado.
- 1er ámbito: nártex. Se trata de un recinto de pequeñas dimensiones a modo de nave, con abovedamiento de cañón y separado del cuerpo central por un arco de herradura. Este arco posee mayor amplitud de rosca que los hispanovisigodos, por lo que ya funciona realmente como uno de medio punto, aunque estéticamente responda a los cánones de la herradura. Las dovelas son de granito, con despiece radial.
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- 2º ámbito: cuerpo central. De sección cuadrada, este cuerpo central es el verdadero eje vertical del monumento. Está cubierto con bóveda de arista, distribuyendo fingidos sillares en espina de pez, que se apean en arcos formeros, los cuales, a su vez, descansan en modillones de rollo –en este punto, de forma muy similar a Santa Comba de Bande–. Esta solución dota al espacio de mayor monumentalidad. Los muros, al quedar aligerados, permiten abrir pequeños vanos que aportan luz directa y potencian efecto de altura.
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- 3º ámbito: ábside. A este último espacio se accede a través de un arco de herradura muy peraltado y enmarcado por un alfiz –de influencia islámica, recuerda al mihrab de la mezquita de Córdoba–. El arco está constituido por grandes dovelas dispuestas en despiece radial y asentadas a hueso. El ábside se cubre con una pseudo-cúpula de cascos cóncavos. La bovedilla de aparentes gallones fue realizada en ladrillo y yeso. Contrasta esta circunstancia con los espesos muros, que le dan semejanza de nicho cavado en la roca. Al fondo, un vano aporta iluminación.
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El EXTERIOR de San Miguel ofrece una lectura más fácil que la del interior. El ritmo escalonado a causa de las diferentes alturas hace desaparecer la sensación longitudinal, por lo que, visto desde fuera, el templo parece más pequeño. Los grandes sillares y la presencia de contrafuertes le dan, además, un aspecto de solidez. El templo carece de fachada –característica de la arquitectura del siglo X–, por lo que se percibe como un todo. Los vanos son simples saeteras y la parte estética viene dada por: modillones en la voladizos –ocho lóbulos labrados con rosetas y ruedas helicoidales– y cornisas remarcando el ábside –exornadas con dientes de sierra–.
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Mención aparte merece la FUNCIÓN de este pequeño oratorio. Existen varias tesis, las cuales se pueden agrupar en dos grandes grupos.
1. San Miguel como oratorio de huéspedes y visitantes ajenos al monasterio. Las causas que llevarían a apoyar esta teoría serían la propia Regla de San Benito acerca del hospedaje de visitantes, su ubicación cerca del monasterio pero por separado, y que así aparece catalogada en la biografía de San Rosendo escrita por Ordoño.
2. San Miguel como capilla en memoria de Froila. Esta teoría se sustenta en el epígrafe que en su honor se talló en los muros, en la propia advocación a San Miguel –quien sostiene la balanza en el Juicio Final de las almas– y en las reducidas dimensiones del oratorio, insuficientes para un lugar de reunión –más propias, sin duda, de un espacio de recogimiento; partiendo, además, de que levantar oratorios privados en los monasterios era práctica frecuente–. Cabe preguntarse, también, quién podría haber impulsado este homenaje: ¿San Rosendo o el propio Froila? Estudios filológicos recientes apuntan a Froila, pues quién sino el propio interesado podría escribir «indigno» de si mismo.
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No podía terminar esta entrada sin comentar el famoso fenómeno lumínico que se produce en San Miguel de Celanova durante los equinnocios, cuando la luz del sol se filtra, con precisión matemática, por sus vanos. En la bibliografía adicional se puede ampliar información sobre esta circunstancia tan curiosa, recogida en prensa cada año (click para leer la noticia)
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BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
- BARRAL RIVADULLA, D. (2006). San Miguel de Celanova: el silencio y la elocuencia de una arquitectura singular. Ourense: grupo Francisco de Moure
BIBLIOGRAFÍAPARA AMPLIAR
- ANDRADE CERNAVAS, J. M. (2017). Hace veinte años: recordando la edición del Tumbo de Celanova. Rudesindus: miscelánea de arte e cultura, nº 10, pp. 77-82.
- BARRAL RIVADULLA, D. (2009). Diálogos artísticos en el siglo X. La imagen arquitectónica de San Miguel de Celanova. Cuadernos de estudios gallegos, t. 56 (nº 122), pp. 93-111
- GONZÁLEZ GARCÍA, M. A. Y PEREIRA SOTO, M. A. (1997-1998). El relicario de la iglesia conventual del monasterio de San Salvador de Celanova. Porta da aira: revista de historia del arte orensano, nº 8, pp. 23-76
- NÚÑEZ RODRÍGUEZ, M. (1989). San Miguel de Celanova. Santiago de Compostela: Subdirección Xeral do Patrimonio Histórico.
- VÁZQUEZ ROZAS, R. (2008). Análisis constructivo de San Miguel de Celanova: identificación de dos maestros de obra. Minius: revista do departamento de Historia, Arte e Xeografía, nº 16, pp. 293-306
- VÁZQUEZ ROZAS, R. (2006). Geometría y proporción en el oratorio mozárabe de San Miguel de Celanova. Norba: revista de arte, nº 26, pp. 5-17