Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga
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Reproduzco en esta entrada mi artículo para la revista A Revolta dedicado a la Olería de Buño, publicado en Enero de 2016.
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Buño es una parroquia del concello de Malpica de Bergantiños (provincia de A Coruña). Hasta él se accede fácilmente, si nuestro punto de partida es A Coruña capital, por la autovía hasta Carballo. Desde ahí, tomando la carretera que se dirige a la costa dirección Malpica, veremos a los pocos kilómetros una salida hacia Buño.
A pesar de que su población no llega al millar de habitantes, Buño es notoriamente conocido por su antigua y prestigiosa tradición alfarera. ¡No conocer la Olería de Buño debería ser motivo de sanción para aquel que presuma de ser gallego! La página oficial de turismo de Galicia, Turgalicia, cataloga —muy acertadamente, desde mi punto de vista— el municipio como conjunto singular.
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Nada más llegar, una tranquilidad asombrosa se respira por sus calles, lo que contrasta con sus dos arterias principales, repletas de tiendas donde adquirir objetos de cerámica. Para aquellos aficionados a recorrer las fiestas de interés turístico de nuestra tierra, se recomienda visitar Buño la primera semana de agosto, pues en ella se celebra la Mostra da Olería de Buño. Muchas de sus tiendas lucen en sus puertas el sello distintivo de Artesanía de Galicia. Aunque ya sabemos que para gustos se pintan colores, creo que es difícil entrar en ellas y no enamorarse, al menos, de una pieza. A pesar de que las piezas más típicas son aquellas de uso tradicional (como platos o botijos) también se pueden adquirir otras más modernas (como bisutería u objetos de decoración).
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Ecomuseo de Forno do Forte
Pero la visita a Buño no se limita a dar un paseo por sus calles tranquilas y sus tiendas únicas. La Diputación de A Coruña es propietaria —aunque la gestión se encuentra en manos del Concello— del llamado Ecomuseo de Forno do Forte, un interesantísimo museo etnográfico, donde podemos no sólo conocer más de cerca la tradición alfarera del municipio, sino también disfrutar de —así señala textualmente la página web oficial — “una visión única de la vida tradicional”. El Ecomuseo ofrece visita guiada —desde aquí felicitar al guía por su amabilidad, a pesar de ser un sábado por la tarde al borde de la hora de cierre— e incluso la posibilidad de realizar una pequeña pieza con tus propias manos.
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El Ecomuseo conforma un singular conjunto. En él se engloba no sólo el edificio de viviendas, sino también un terreno —donde se sitúa el horno— y un gran hórreo. El —¡increíble!— edificio del siglo XVIII fue originariamente una casa labriega. El guía comenzó la visita explicándonos que, en su origen, la casa era propiedad de un único labriego, pero, posteriormente fue dividida en varias partes, ocupadas por alfareros y artesanos, todas ellas alrededor de un gran horno. Según señala la web oficial, el horno fue abandonado en la década de 1970, recuperándose en los años 90 para su restauración. En 2006 fue inaugurado como el Museo que conocemos hoy en día.
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En la actualidad, pasear por su interior (distribuido en varias alturas) supone encontrarse con una interesante variedad de dependencias: desde una sala donde se exhiben las piezas tradicionales hasta la recreación —con mobiliario auténtico— de lo que sería un dormitorio tradicional. Dignos de observar son también los elementos arquitectónicos de la casa, como las vigas de maderas que podemos ver desde la parte alta del edificio. Durante la visita el guía explicó también algunos detalles que fácilmente se le pueden escapar al visitante, como, por ejemplo, la fisonomía y el funcionamiento de un —diríamos hoy— armario destinado a guardar la matanza.
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