Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga
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Introducción: el románico rural
Tercer episodio dedicado al románico rural de Galicia, en este caso protagonizado por una iglesia a la que me encuentro muy vinculada por motivos laborales. Ése es el motivo por el que no quería dejar de hablar de ella en esta página web, ya que, tal y como veremos a lo largo de la entrada, se trata de un templo muy paradigmático dentro del estilo y, además, de fácil acceso desde A Coruña capital en poco menos de quince minutos.
En la última entrada de esta serie, a cuento de la iglesia orensana de San Pedro da Mezquita, confesaba yo mi especial debilidad por este tipo de edificaciones, porque “poco tienen que ver, en cuanto a complejidad arquitectónica y artística, con las grandes catedrales o con las iglesias de los complejos monásticos, pero lo cierto es que estos pequeños templos del rural poseen un encanto especial. Su aspecto más austero y humilde contrarresta con la autenticidad de un espacio que, en la mayor parte de los casos, mantiene su esencia intacta, por lo que resulta más fácil apreciar la finalidad para el que fue creado y, por encima de todo, conocer su historia de manera global. En definitiva, todo lo vivido durante sus casi mil años de existencia se le ofrece al visitante sin filtro, intacto, perenne al transcurso del tiempo.”
Y ya en el primer reportaje publicado en esta web sobre el románico rural, protagonizado por la iglesia de Santa María de Doroña en Vilarmaior (A Coruña), resaltaba yo una idea importante que me gusta transmitir siempre que hablo de estos temas: “No por ello dejan de tener valor histórico y artístico este tipo de monumentos, pues lejos de considerarlos edificios menores, debemos verlos como un reflejo de la vida en Galicia durante los siglos centrales del medievo. Si una gran catedral nos traslada a la bulliciosa vida de las ciudades, hogar de comerciantes y sede real, las sencillas iglesias rurales evocan la vida de campesinos, señores y clérigos en pequeños núcleos de población. Es por ello que lejos de escoger y establecer una jerarquía entre ambos extremos, debemos entender cada uno como piezas de un puzzle que nos permite comprender la realidad histórica de forma completa y significativa.”
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El románico en Arteixo (A Coruña)
La iglesia de San Tirso de Oseiro está localizada en la parroquia de Oseiro, ayuntamiento de Arteixo, a escasos doce kilómetros de A Coruña capital.
Históricamente, el municipio de Arteixo estaba englobado dentro de una comarca conocida entonces como «Faro», en clara alusión a la Torre de Hércules. En documentos altomedievales estas referencias geográficas hacían mención a los antiguos condados de Galicia y también a las circunscripciones eclesiásticas.
El románico de Arteixo nos sumerge en el mundo rural de la Galicia medieval. En seis de las trece freguesías del ayuntamiento encontramos muestras de arquitectura románica, todas ellas del siglo XII. De este dato podemos sacar como conclusión que en las tierras de Arteixo aquella centuria fue muy próspera, económica y demográficamente hablando, al igual que en el contexto global de Galicia.
Dentro del románico arteixano podemos diferenciar iglesias construidas bajo diferentes influjos. Por un lado, aquellas claramente conectadas con la tradición constructiva del prerrománico asturiano, con su nave y ábise único –es el caso de la iglesia de Oseiro pero también el de otras como la de Suevos–. Por otro, los templos de influencia compostelana –también muy clara en el caso de nuestra protagonista–. Y, en un último término, las construcciones vinculadas con la tradición monástica, que presentan un esquema basilical con triple ábside –como en el caso de Santo Tomé de Monteagudo–.
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Historia de San Tirso de Oseiro
El origen de la iglesia de San Tirso de Oseiro lo encontramos en la Alta Edad Media, ya que un documento del siglo IX, datado en época del monarca asturiano Alfonso II «El casto», ya la menciona dentro de los templos pertenecientes a la sede iriense. Sin embargo, la construcción que hoy vemos corresponde al siglo XII, exceptuando el sepulcro colocado bajo las escaleras que dan al coro, único vestigio altomedieval –los restos de sepulturas que fueron encontrados al realizar una ampliación del atrio del templo, a mediados del siglo XX, fueron datado por Chamoso Lamas como piezas del siglo VI–.
Exceptuando el documento referido, documentalmente hablando reina el silencio durante toda la Edad Media. Tan sólo nos proporcionan información dos inscripciones halladas en las piedras de San Tirso. Una primera la encontramos en la portada, muy deteriorada, y hace referencia al año 1164. La segunda la podemos observar en el interior de la iglesia, incisa en un sillar del presbiterio, posiblemente aludiendo al año de consagración, el 1162. Sin embargo, autores como Barral Rivadulla advierten de que estos datos deben ser interpretados con cautela, debido al estado de las inscripciones pero, sobre todo, por la evidente reutilización de estas piedras.
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Encontramos documentos posteriores, del siglo XIV al XVII, que mencionan la parroquia de Oseiro, referidos a propiedades y cuestiones jurídicas y económicas.
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Descripción artística
Tal y como señalaba, la iglesia de Oseiro es una construcción de nave única. El edificio presenta un ligero desnivel y algunas desviaciones en su planta, por lo que no podemos hablar de un rectángulo perfecto. El presbiterio se eleva por medio de dos escalones sobre la nave y el ábisde, a su vez, sobre otro escalón con respecto al presbiterio. La cubierta la compone un tejado a dos aguas, cuya madera fue renovada en 1989.
Tras el presbiterio identificamos el ábside, cuadrangular y dividido en dos tramos, cubierto por bóveda de cañón y que presenta dos arcos fajones. Destacamos este dato porque, en el interior, las columnas semiadosadas sobre las que descansan estos arcos son el único punto donde se encuentra decoración, principalmente de tipo vegetal en los capiteles.
En las construcción se abrieron diferentes vanos: podemos destacar las cinco ventanas –tres en el muro norte y dos en el muro sur, ya que la sexta está oculta por la sacristía, de construcción muy posterior–, el pequeño rosetón sobre el arco de acceso al presbiterio y la ventana del ábside –que no ilumina la nave al estar tapada por el retablo–.
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En el muro norte sobresalen tres contrafuertes de sección rectangular y una puerta de acceso adilentado, cuya línea no coincide con la disposición de la nave, lo que invita a pensar en una posible estancia anterior –¿sacristía?–, hoy desaparecida –idea refrendada por algunas fotografías antiguas–. Por el contrario, en el muro sur encontramos una puerta tapiada, la cual probablemente fue trasladada durante el siglo XIX desde su ubicación original, la construcción anexa al muro sur, hoy sacristía. Esta puerta presenta una chambrana enmarcando la arquivolta, apeada en jambas, con tímpano liso y mochetas de decoración vegetal. La inscripción del tímpano, «DE 1894» da pistas sobre la fecha en la que se llevaron a cabo esas obras de construcción de la sacristía que provocaron la reubicación de la puerta.
En todos los muros de la iglesia se contabilizan canecillos, sosteniendo la cornisa del tejado, aunque presentan poca variedad decorativa –geométrica y también vegetal, con el motivo de la hoja rematada en voluta, tan habitual en el románico gallego–.
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La fachada principal, a pesar de los pináculos barrocos y de la cruz de principios del siglo XX, es la pieza clave del edificio y donde más se aprecia el esplendor del románico. Se encuentra dividida horizontalmente en dos partes, a través de un tejaroz sostenido por canecillos –decorados durante la reforma del siglo XX–, y bajo un rosetón –que no conserva la celosía interna pero evidencia el estilo románico en la moldura externa, de doble circunferencia, una de ellas lobulada–.
La parte inferior de esta fachada se corresponde con la portada de medio punto, abocinada con chambrana de hojas en forma de corazón y cinco arquivoltas, unas que descansan sobre columnas y otras sobre jambas. La decoración de algunas de ellas, de arquillos en herradura bordeados por elementos geométricos circulares, se propagó con éxito en todo el románico popular gallego a partir de su utilización por el Maestro Mateo en Compostela. Los capiteles de las columnas presentan decoración vegetal, los fustes de la columna son monolíticos y las basas, sencillas.
El tímpano descansa sobre un dintel decorado con motivos vegetales, que a su vez apea en dos mochetas, una antropormorfa y otra zoomórfica, aunque muy deterioradas. Dentro de él encontramos una cruz latina y dos aves que sujetan con el pico un objeto de dudosa identificación, que ha sido interpretado por algunos autores en diferentes sentidos, ninguno de ellos definitivo, aunque siempre alusivos al carácter sacro del edificio.
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San Tirso de Oseiro siempre me recordará a mis alumnos/as de 6º, por la visita que realizamos, colofón de un curso maravilloso. Esta entrada va dedicada a todos ellos/as.
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Entradas anteriores de la serie:
– Románico rural (I): Santa María de Doroña en Vilarmaior (A Coruña)
– Románico rural (II): San Pedro da Mezquita en A Merca (Ourense)
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Bibliografía:
BARRAL RIVADULLA, M. D. (2012). La iglesia de San Tirso de Oseiro. En Concello de Arteixo (Ed.), Arteixo patrimonio románico (pp. 79-95). Diputación Provincial de A Coruña.
CASADO GONZÁLEZ, G. (2000). O románico en Arteixo. Arteixo: Concello de Arteixo.
ROMÁNICO DIGITAL (s. f.). Oseiro. Enciclopedia online vía www. romanicodigital.com
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