Texto: María Berini Pita da Veiga
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Tal día como hoy, hace 100 años, fallecía Emilia Pardo Bazán en Madrid. Nuestra coruñesa más ilustre es, por encima de todo, una grandísima ESCRITORA de alcance internacional, y así quería ser ella recordada, como una profesional de las letras. A doña Emilia le disgustaría enormemente ver como se deforma su figura poniendo el acento en sus amoríos, en sus reivindicaciones feministas, en la dicotomía españolismo-galleguismo o en su adorado Pazo de Meirás. Tampoco le agradaría ver escrito su nombre en enfrentamientos ideológicos y políticos: en vida ya sorprendió a la sociedad rompiendo con todas las inercias del mundo cultural imperante, sin por ello abandonar nunca sus convicciones católicas y conservadoras.
En una fecha tan especial como este 12 de mayo, el día del centenario de su fallecimiento, recordemos sus maravillosas novelas y cuentos, sus artículos periodísticos, sus críticas literarias, sus tertulias y seminarios, en definitiva, todo su legado artístico e intelectual. Inclinada desde la más temprana edad hacia los libros, hablemos de los que finalmente salieron de su puño y letra; hablemos de Amparo o del marqués de Ulloa, hablemos de San Francisco de Asís, hablemos del maestro Zola —cuestión palpitante— o de las —viejas— novedades del Nuevo Teatro Crítico.
Doña Emilia fue, es y será la gran escritora de la literatura decimonónica española. Escritora, escritora y cien veces escritora. ¡Larga vida a su obra!
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«(…) me convertí en uno de esos niños que leen cuanto cae por banda, hasta los cucuruchos de las especias y los papeles de las rosquillas; de esos niños que pasan el día quietecitos en un rincón cuando se les da un libro, y a veces tienen ojeras y bizcan levemente a causa del esfuerzo impuesto a un nervio óptico endeble todavía.»
Carta a Francisco Giner de los Ríos, fechada el 21 de marzo de 1877