Texto y fotografías libros: María Berini Pita da Veiga
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Se cuela por primera vez en mis recomendaciones lectoras un autor fuera del canon literario o de lo que consideramos clásicos ineludibles, al menos en España. Me refiero a P. G. Wodehouse, un prolífico escritor británico del siglo XX, ampliamente reconocido como maestro del humor en Reino Unido y otros países anglosajones, pero todavía de corto alcance en nuestro país.
Al hecho de que no sea éste un perfil habitual en mis lecturas –ya sabéis que es difícil sacarme de la literatura decimonónica, especialmente la española– se une un descubrimiento de lo más fortuito –gracias, Rodolfo, por este regalo, aunque no fuese dirigido a mí–, de tal modo que la sorpresa ha sido doblemente agradable.
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Para ponernos en contexto, P. G. Wodehouse nace en la Inglaterra de finales del siglo XIX. Las circunstancias familiares que le tocó vivir en su infancia y juventud –el agrupamiento familiar no fue posible a causa del empleo de su padre, en la otra punta del planeta– condicionaron sus creaciones e inspiraron buena parte de sus personajes, como en la saga de los inolvidables Jeeves y Bertie Wooster, donde las tías del protagonista son recurrentes en las historias –Agatha y Dahlia–. No pudo seguir el camino que tomaron sus hermanos, estudiantes en la Universidad de Oxford, por estrecheces sobrevenidas en la familia. Así, entra a trabajar en un banco, pero pronto empieza a escribir artículos periodísticos como forma de evadirse de unas ocupaciones laborales que apenas le interesan. Unos años después, se acaba instalando en los Estados Unidos, en concreto en la ciudad de Nueva York, y publica sus primeras obras con cierto éxito. Desde entonces no dejará nunca de escribir, mientras sus ventas crecen exponencialmente. Después de una serie de infortunios durante la Segunda Guerra Mundial, conflicto que estalló residiendo él en Francia por motivos fiscales, decepcionado con el trato recibido por parte de su país natal, adquiere la nacionalidad estadounidense. Morirá en Nueva York en 1975. Un dato que me resulta curioso dada mi profesión: Wodehouse fue un gran deportista que compitió en diversas disciplinas –otro ejemplo de que deporte y cultura no son actividades incompatibles–.
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Wodehouse, como señalaba al comienzo de esta entrada, es un autor ampliamente reconocido en los países de habla inglesa –llegó a ser nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Oxford–, máximo exponente de ese humor sutil, elegante e irónico, conocido como humor inglés. En España, quizá por la distancia cultural, todavía no goza del aplauso de un público amplio. Es por ello que he querido publicar estas líneas, para dar a conocer su obra un poco más. Como señalaba mi amigo Javi –le menciono mucho por sus buenas recomendaciones–, el género humorístico tiende a juzgarse de menor calidad que otros –y es algo constatado, además, que cuenta con un menor alcance a nivel de críticas, ventas y estudios académicos–, algo paradójico ya que hacer reír al lector es una tarea sumamente difícil. Si, además de robarle una sonrisa a tus lectores de la manera más elegante posible, tus escritos son impecables desde un punto de vista lingüístico, está claro que estamos ante un autor muy virtuoso. Ése, sin duda, es P. G. Wodehouse.
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Traducir sus obras no es, según señalan, tarea sencilla. Teniendo en cuenta el estilo tan particular, la prosa muy cuidada, y la fina ironía inglesa, es comprensible la dificultad. De su extensa lista de títulos, en España se han publicado algunos; no se puede decir que contados, pero verdaderamente pocos en relación a la totalidad de su fecunda carrera literaria. Hoy en día se pueden encontrar en Anagrama a buen precio, aunque la sencillez de la edición puede no hacer justicia a la calidad de las obras, –las portadas pueden llegar a minusvalorar lo que dentro se encuentra, juzgándolo de lectura muy ligera o superflua–, pues dentro de su género, el del humor, son lecturas de incuestionable calidad.
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De entre la variedad de novelas y escritos publicados, se pueden diferenciar ciertas sagas, esto es, obras protagonizadas por los mismos personajes, aunque no necesariamente han de leerse en un orden determinado. Los mencionados Bertie Wooster y su ayuda de cámara Jeeves, Lord Emsworth y la serie del castillo de Blandings o el locuaz Psmith, son los personajes recurrentes en estas series de novelas. Pero no son las únicas. Me alegra saber que todavía me quedan muchas obras de Wodehouse para leer y seguir disfrutando de ese humor en las antípodas de lo soez y desagradable, tan presente en los productos de entretenimiento de hoy en día.
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Y como toda buena obra literaria, no faltó su salto a la pantalla. En 1990 el canal británico BBC estrenó la serie titulada «Jeeves and Wooster», basada en las novelas protagonizadas por la simpática pareja. Al ocioso Bertie le dio vida el actor Hugh Laurie –famoso a nivel internacional por protagonizar al doctor House años después–, quien, curiosamente, es un gran admirador de la literatura de Wodehouse. No es posible encontrarla doblada al español y tampoco es sencillo dar con ella ni siquiera en versión original, pues no está disponible en ninguna de las plataformas de streaming actuales. Supongo que será relativamente fácil hacerse con ella en países anglosajones, pero aquí de momento tocará seguir en su busca. Es una opción más viable cogerla en préstamo en alguna biblioteca pública –yo ya la he localizado–.
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Le dedico bastante entradas a la Literatura en este blog, lo que permite saber por donde van mis gustos a la hora de leer libros. Me alegra cambiar de aires y alternar las duras y profundas historias del realismo y naturalismo –por mis manos pasan con frecuencia Clarín y Galdós, Pardo Bazán o Blasco Ibáñez, y, desde unos meses, mi último descubrimiento, José María de Pereda– con el joie de vivre y el humor elegante de Wodehouse, reflejado en las intrascendentes e hilarantes aventuras de sus personajes. De seguro alegrarán mis viajes diarios en tren durante este curso académico tan complicado.
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