Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga
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Es turno hoy de escribir sobre un viaje, corto pero intenso, que realizamos el invierno pasado, y que tenía en la lista de entradas pendientes: la capital irlandesa, Dublín, y el vecino condado de Wicklow.
Como bien explico en el apartado “Sobre el blog” (click) del menú principal de este sitio web, la finalidad del mismo es divulgar el patrimonio, en el sentido amplio del término, especialmente el de Galicia y España. Pero no podemos negar que el mundo, tan variopinto y diverso, es una fuente inagotable de aprendizaje y no debemos cerrar las puertas a otros destinos, pues todos ellos alimentan, por suerte, el espíritu, independientemente de la lejanía a la que se encuentren, tanto física como culturalmente hablando. Lo importante es, como siempre, la altura de miras del viajero.
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Por todo lo dicho, no son mayoría, sino todo lo contrario, las entradas dedicadas a otros países europeos en este blog. Con esta entrada inauguro una nueva etiqueta, “Irlanda”, con la primera entrada dedicada a este país, conocido para el gran público por su patrón San Patricio, sus paisajes verdes y su cerveza negra, la Guiness, y que tiene por símbolos el arpa y el trébol.
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Como decía, la escapada a Dublín fue corta, lo que impidió profundizar en las visitas, pero no por ello dejó de ser significativa. Espero poder ofrecer en esta entrada un breve recorrido por los lugares más interesantes, siempre desde mi punto de vista, pues soy consciente de que faltan otros, quizá relevantes para otras personas.
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DE PASEO POR DUBLÍN
Dublín es la capital del país y, en consecuencia, la ciudad más importante a todos los niveles, incluido el demográfico. Es la ciudad más poblada de Irlanda, con alrededor de medio millón de habitantes, cifra que se eleva hasta el millón completo si tenemos en cuenta su área metropolitana. Es, pese a ello, una ciudad manejable, en comparación con la mastodóntica Londres. A casi todos los lugares interesantes se puede ir andando, por lo que Dublín es un destino perfecto para una escapada en un fin de semana largo o en un puente, por la comodidad en los desplazamientos y la facilidad para organizarlo todo logísticamente.
Bañada por el río Liffey, la ciudad cuenta con un clima muy inestable, caracterizado por las lluvias y los cielos cambiantes. Lejos de ser un problema, en mi opinión este aspecto la convierte en un escenario muy romántico para una escapada invernal, si uno va bien preparado contra el frío, los chaparrones y el viento.
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Irlanda es un país principalmente católico, y ello a pesar de que la isla forma parte de un archipiélago donde el anglicanismo es un bastión indiscutible. Las archiconocidas fiestas de San Patricio se celebran en honor al patrón del país, considerado introductor del cristianismo en la isla en el siglo V. El símbolo del trébol se dice que era utilizado por el santo para explicar la Santísima Trinidad. Sin embargo, un pequeño porcentaje de la población es protestante, y eso explica la existencia de dos catedrales en Dublín: la catedral de San Patricio (junto al pozo donde, según la leyenda, San Patricio bautizaba a los primeros fieles) y la catedral de la Santísima Trinidad. Ambas son de factura medieval, aunque muy modificadas durante el transcurso del tiempo. Visitables previo pago de entrada, atesoran interesante patrimonio y fueron escenario de episodios relevantes en la historia de Irlanda.
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Sin embargo, no cabe duda de que el monumento más visitado es el famoso Trinity College, sede de la universidad más antigua del país, fundada en el siglo XVI. El campus es un auténtico oasis patrimonial en medio de las bulliciosas calles del centro. El acceso a la plaza central es libre, y se puede pasear por todos los espacios presididos por la conocida torre central. Sí es necesario pagar para visitar una de las joyas de la corona de Irlanda, la biblioteca antigua de la universidad, conocida como Long Room, con el añadido de que la entrada incluye el acceso a la exposición del Libro de Kells, un impresionante manuscrito del siglo IX creado por los monjes del Kells, cuyo contenido son los Evangelios escritos en latín.
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Como decía, la Long Room es la sala más especial de la biblioteca de Dublín. Fue construida en el siglo XVIII y alberga miles de volúmenes de incalculable valor. Las estanterías de madera repletas de libros están acompañadas de una serie de bustos de mármol, representando a importantes figuras del pensamiento y de la cultura, como los filósofos griegos. Es importante detenerse también en el arpa de Brian Boru, del siglo XIV-XV, la más antigua del país y símbolo de éste en razón de una leyenda. Podemos ver representaciones del arpa en monedas, documentos oficiales del país o incluso en la cerveza Guiness, pues es su seña corporativa.
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Otra parada indispensable desde mi punto de vista es la National Gallery of Ireland (Galería Nacional de Irlanda). Alberga una impresionante colección de pintura, con obras de maestros españoles como Velázquez, Murillo, Zurbarán o Goya, y de otros pintores de primer orden mundial, incluidos los pertenecientes a movimientos contemporáneos, como Monet o Picasso. La entrada es gratuita por lo que no hay excusa para no dedicarle al menos un par de horas a tan increíble colección.
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Dublín cuenta con dos espacios verdes muy interesantes para hacer una parada en nuestro recorrido: en el centro, Saint Stephen’s Green Park (el principal parque público de la ciudad) y algo más alejado, Phoenix Park, en la lista de los parques urbanos más grandes de Europa, con varios cientos de hectáreas.
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Cuando viajo a un lugar nuevo, nunca me olvido de investigar sobre los escritores más vinculados a él. Dublín le dedica una estatua en Merrion Square al gran escritor victoriano Oscar Wilde, nacido en la capital del país, justo enfrente de la casa que habitó durante algunos años de su infancia y juventud.
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Tampoco puedo olvidarme de Bram Stoker, autor de la legendaria novela “Drácula” (una de mis lecturas favoritas de niña) e, igualmente, nacido en Irlanda. Durante algún tiempo trabajó como funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno en ese momento. La fortaleza existió desde el siglo XII, si bien desde el exterior no se puede apreciar el carácter medieval de este tipo de construcciones, a excepción de la torre y algunos cimientos de los muros, pues fue modificado a lo largo del tiempo, especialmente tras un incendio en el siglo XVII.
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Y si de escritores hablamos no puede faltar una mención al controvertido James Joyce, autor de la novela “Ulises” y del conjunto de relatos “Dublineses”. Una estatua en los alrededores de O’Connell Street, arteria comercial de la ciudad, le rinde tributo al artista irlandés más conocido del siglo XX.
Irlanda ha sido cuna de una gran variedad de músicos reconocidos mundialmente, como U2, Enya, The Cranberries o Thin Lizzy. Una escultura recuerda al líder de esta última banda, legendaria dentro de la historia del rock, en las inmediaciones de la popular Grafton Street.
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Cualquier noche que se precie termina en Dublín saboreando una buena cerveza en sus famosos pubs. El más antiguo, hoy parada obligada de los turistas para sacar fotografías, es el Temple Bar. Este local da nombre a todo el barrio, repleto de establecimientos donde pasar un rato agradable bebiendo en buena compañía.
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EXCURSIÓN AL CONDADO DE WICKLOW
Teniendo en cuenta las recomendaciones de otros viajeros, nuestra escapada irlandesa contó con una breve excursión a otros parajes del país, fuera de la influencia de la capital. Al no contar con tiempo suficiente para conocer los famosos acantalidos de Moher, en el extremo contrario de la isla, nos desplazamos hasta el condado de Wicklow.
Durante nuestra pequeña excursión, pudimos disfrutar de los espectacular paisajes verdes que ofrece este condado próximo a Dublín, en el parque nacional de los montes de Wicklow.
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La excursión incluía también una parada en el monasterio de Glendalough, cuyos orígenes se remontan el siglo VI, en época de San Kevin, abad del cenobio. El conjunto monástico se mantuvo en activo hasta el siglo XIV, y la mayoría de los edificios restaurados pertenecen a los siglos centrales de la Edad Media, desde el siglo VII al XII. Entr ellos destacan la Catedral, la Cocina de San Kevin, la iglesia de St. Mary o la torre.
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Del conjunto monacal arrancan varias rutas de senderismo que llevan hasta dos importantes lagos (Upper Lake y Lower Lake). El paseo permite apreciar el paisaje verde y húmedo tan típicamente irlandés.
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Escribir esta entrada varios meses después del viaje me ha llenado de nostalgia, pues a los buenos recuerdos se une la añoranza de la vieja normalidad. Viajamos a Dublín pocas semanas antes del inicio de la pandemia mundial por COVID-19. Nada, de momento, ha vuelto a ser lo mismo, así que no debemos sino valorar lo que tuvimos, a la espera de que podamos volver a viajar con tranquilidad y, sobre todo, libertad.
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