Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga
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Publico hoy otra de las muchas entradas que tenía pendientes tras el parón bloguero de los últimos meses. Como ya he comentado en otras ocasiones, Navarra era una tierra totalmente desconocida para mí hasta que el destino me emparentó con ella y los viajes a la Comunidad Foral se fueron sucediendo durante las vacaciones. En unos de ellos, aprovechando una mañana libre de compromisos, decidí visitar el Museo de Navarra, situado en la capital, Pamplona.
Cuando visito una capital de provincia, siempre intento organizar un plan previo que me permita cumplir con las que son mis tres paradas imprescindibles en este tipo de viajes: 1) los monumentos más importantes de la ciudad; 2) otros lugares singulares que haya seleccionado en razón a la temática de mi ruta; y 3) su museo provincial. Normalmente, aunque no siempre es así, este tipo de museos son los más importantes de la ciudad y aglutinan la colección arqueológica y de Bellas Artes simultáneamente.
Conozcamos, a través de esta entrada, el caso del Museo de Navarra en Pamplona. Trataré de resumir su historia, hablar del edificio donde se sitúa, ofrecer un paseo por su variada colección, y comentar otras singularidades. Para mí fue toda una sorpresa, superando las expectativas que tenía puestas en la visita.
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Terraza del Museo de Navarra
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La historia
Como le suele ocurrir a la mayoría de museos en nuestro país, lo que hoy vemos es fruto de un proceso histórico. Conocemos ahora los museos como grandes espacios de titularidad generalmente pública, verdaderos centros de divulgación e investigación, impulsores de actividades para el ciudadano; pero resulta interesante ahondar en los orígenes de las colecciones y en la labor de las distintas asociaciones que han estado al cargo de las mismas, para que hoy en día valoremos este tipo de espacios.
El germen de lo que hoy es el Museo de Navarra lo encontramos a mediados del siglo XIX, gracias a la iniciativa de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, quien reunió diferentes elementos que se custodiaban de manera asistemática por todo Navarra, sin que interviniese ninguna asociación ni organismo oficial. Gran labor, por tanto, la de esta primera iniciativa.
Pero fue en el año 1910 cuando, reunida la colección, se inaugura el Museo Artístico-Arqueológico de Navarra, en un espacio diferente al de la actualidad, la Cámara de Comptos Reales. A partir de los años 40, la colección, que seguía creciendo con importantes restos arqueológicos, queda a cargo de la conocida institución Príncipe de Viana. Con el paso de los años se puso en evidencia la necesidad de un nuevo espacio, trasladándose el museo al emplazamiento actual, el Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia (del que hablaré después), siendo la inauguración formal de sus 22 salas en 1956. Otro dato muy importante a destacar tiene que ver con la gran reforma ejecutada en los años 80, que le otorgó el aspecto que vemos en la actualidad. El recién reformado Museo de Navarra se inauguró en 1990 con asistencia de la entonces Reina Sofía.
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Exteriores del Museo de Navarra
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El edificio
Igualmente interesante es comentar el edificio que acoge a día de hoy al Museo de Navarra. Como acabo de señalar, fue en el año 1956 cuando se inaugura el museo en el antiguo Hospital de Nuestro Señora de la Misericordia, un edificio del siglo XVI situado en un extremo del casco histórico, junto a las murallas. Del edificio primitivo tan sólo queda la fachada, de estilo plateresco, obra de Juan de Villarreal. En la propia fachada consta la fecha de ejecución, 1556. El edificio había dejado de servir como hospital unas décadas antes de acoger al nuevo museo.
La iglesia adyacente forma parte igualmente del conjunto, y es también renacentista, del siglo XVI, aunque con ciertos trazos todavía góticos, obra de Juan de Anchieta. La fachada se instaló en tiempos recientes y proviene de un templo barroco de la provincia. Su función era servir de capilla al hospital. Destacan en ella la bóveda estrellada y los variados retablos, a los que se suman la sillería y algunas esculturas. Además de su propio valor artístico, la iglesia aporta al museo espacio expositivo para algunas muestras.
Por tanto, quitando los vestigios que acabo de comentar, la mayoría de espacios son fruto de la reforma, y gracias a eso, nos encontramos con uno de los puntos fuertes del museo: los grandes espacios expositivos, diáfanos, con altos techos, hacen de la visita un experiencia estupenda. Para hacerse una idea, el Museo de Navarra cuenta con más de 7.700 m² de superficie, distribuidos en cuatro plantas y un sótano. En ellos se reparten las diferentes salas y secciones, tanto para la colección permanente como para las exposiciones temporales, y otras estancias necesarias como salón de actos y almacenes. Interesante y acogedora es la terraza, la que, además de descansar, permite disfrutar de una panorámica de los alrededores de Pamplona.
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Iglesia del antiguo Hospital, hoy Museo de Navarra
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La colección
La colección del Museo de Navarra se distribuye cronológicamente en los espacios anteriormente citados. Se inicia con una sala dedicada a la Prehistoria, en el sótano, para terminar en la cuarta planta con obras del siglo XX.
Hay un dato que me parece importante destacar, porque no siempre es habitual en los museos de carácter provincial o regional, y es que salvo contadas excepciones, todos los fondos expuestos en el Museo de Navarra son restos arqueológicos recogidos en la Comunidad Foral y obras realizadas en ella o intrínsecamente relacionadas con la historia de Navarra. Es, en mi opinión, otro de los puntos fuertes del museo: ofrecer un repaso por la historia de este territorio, a través de sus propios vestigios, de manera completa y muy coherente.
Para explicar la colección me detendré en las salas que albergan los estilos más importantes. Para seguir el recorrido oficial por etapas históricas, podéis consultar los folletos que el museo pone a disposición en Internet (enlace).
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Sala dedicada a la Prehistoria
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Prehistoria
Como decía, la sala dedicada a la Prehistoria se sitúa en el amplio sótano del edificio. Cuenta con vestigios datados en el Paleolítico, (los más antiguos, con 150.000-100.000 años), en el Neolítico y en la Edad de los Metales. Las piezas están dispuestas cronológicamente, para que el visitante vaya pasando por las diferentes etapas de manera ordenada.
La sala cuenta también con un apartado especial para una de las joyas de la corona del museo: la piedra de Abauntz (9815 a.C.). Esta piedra se considera el mapa más antiguo de la Europa Occidental. ¿Por qué un mapa? Porque las inscripciones que en ella se realizaron representas los diferentes elementos del entorno natural, tal y como explica una representación a gran escala mediante colores y una leyenda explicativa. Puede parecer baladí este asunto, pero la capacidad de abstracción, reflejada en este caso con la capacidad de representar el espacio en un soporte mediante determinados símbolos, marca la evolución del ser humano, siendo un hito dentro de la misma.
En la sala de la Prehistoria se instaló también un impresionante mosaico romano (siglo IV-V d.C.), descubierto en la Villa romana del Ramalete, emplazada en el actual municipio navarro de Tudela, al sur de la Comunidad Foral.
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Piedra de Abauntz y reproducción explicativa
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Mosaico del Ramalete, vista parcial
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Romanización
Abandonado el sótano, y una vez atravesada la planta baja (donde la mayoría de espacios están dedicados a exposiciones temporales, de las que hablaré después), continúa el recorrido histórico en la planta 1 con la romanización.
Las legiones romanas llegan a tierras navarras en el II a.C. La mayor parte de vestigios son de tipo epigráfico, miliarios, mosaicos y cerámica. Son especialmente llamativas las lápidas funerarias.
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Sala dedicada a la romanización
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Edad Media – Románico
En la planta 1, la romanización comparte espacio con las primeras salas dedicadas a la Edad Media, en concreto al románico. Siendo esta etapa mi favorita de la Historia, disfruté muchísimo con las piezas expuestas en esta sección.
El recorrido comienza con las piezas que más llamaron mi atención, fechadas en el siglo X. Se trata de los relieves prerrománicos de la Ermita de San Miguel, en Villatuerta. Lo rudimentario de la talla da muestras no sólo de lo que fueron las primeras manifestaciones de esta etapa del medievo, sino también del tipo de trabajo que desarrollaban los canteros rurales, frente a los grandes maestros de obra. Los relieves representan desde un cristo crucificado, a una escena litúrgica, inclusive algunas figuras zoomorfas.
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Relieves de San Miguel de Villatuerta
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Continúa la sala con un conjunto de obras maestras del museo. Por un lado, los capiteles románicos de la fachada y del antiguo claustro de la Catedral de Pamplona. Para el que no lo sepa, la catedral se construyó en estilo románico, pero fue sustituida por la actual, de estilo gótico. El viejo claustro románico estaba finalizado en el siglo XII, pero durante en XIII y el XIV se levantó el que vemos hoy en día, uno de los elementos más valiosos del conjunto catedralicio, muy famoso por su esbeltez y elegancia. De aquel primitivo claustro románico, por tanto, nada queda en la Catedral, pero sus bellísimos capiteles están expuestos en el Museo de Pamplona, junto con otros rescatados de la vieja fachada. En algunos de ellos participó el famoso taller del Maestro Esteban (destacado maestro que participó en la Catedral de Santiago de Compostela). La mayoría de capiteles representan escenas de la vida de Jesús y otros episodios biblícos, aunque también se encuentran algunos con rica decoración vegetal. El Museo de Navarra considera obra maestra el llamado “Capitel de Job”.
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Capiteles y otros elementos románicos
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Todavía ofrece esta planta más joyas de la colección. La siguiente sala, dedicada al arte musulmán, alberga importantes vestigios de la antigua mezquita de Tudela, en materiales variados como el alabastro, que son en su mayoría pequeños elementos arquitectónicos. Pero la obra maestra es, sin lugar a dudas, la arqueta del monasterio de San Salvador de Leyre, datada en el año 1004-1005. Estamos ante un rico cofre elaborado en marfil, realizado en Córdoba durante el Califato Omeya, de cuyas inscripciones podemos extraer relevante información: fue realizado por el maestro Faray y su destinatario era el hijo de Almanzor. Era habitual que este tipo de obras se utilizasen como regalo entre gobernantes. Lo inusual de la decoración es que presenta escenas de vida palaciega (como justas y cacerías), además de la vegetal.
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Arqueta del monasterio de Leyre
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Edad Media – Gótico
En la siguiente planta, la 2, la exposición continúa con la Edad Media, pero esta vez se avanza hacia el estilo gótico. En sus salas se exhiben trípticos, retablos, pinturas murales, algunos sepulcros y otras esculturas monumentales, además de orfebrería. Las obras maestras de esta sección se corresponden con las pinturas góticas del claustro de la Catedral de Pamplona (“La Pasión de Cristo”, de Juan Oliver, realizada en 1330), aunque la más numerosa serie de pinturas murales corresponden con las de la iglesia de San Salvador de Gallipienzo (siglos XIV y XV) o las de la iglesia de San Pedro de Olite (siglo XIII), entre otras.
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Salas de arte gótico
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Renacimiento
Continúa la visita en la misma planta, con las salas dedicadas al Renacimiento. La obra más destacada, sin lugar a dudas, son las pinturas murales del Palacio de Óriz (siglo XVI). Se trata de grisallas realizadas al temple, representando diferentes escenas de las guerras protestantes dirigidas por el emperador Carlos V. Se pueden identificar los personajes y las escenas gracias a breves textos dentro de la composición. Las pinturas se muestran tal y como estaban dispuestas en el palacio, a cierta altura, por lo que no resultaba demasiado sencillo fotografiarlas.
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Sala dedicada al Renacimiento
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Pinturas murales del Palacio de Óriz
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Barroco y siglo XVIII
Ascendemos hasta la planta 3 para avanzar en el recorrido histórico. En esta sección se ofrece una pequeña muestra de arte barroco y otras obras del siglo XVIII. Destaca una por encima de las demás, firmada por Francisco de Goya. Se trata del retrato del marqués de San Adrián, firmado en 1804. La carrera pictórica de Goya pasó por diferentes etapas, y esta obra se enmarca dentro de su período de madurez. Sobresale la naturalidad en la pose del retratado, vestido con ropa de montar.
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Retrato del marqués de San Adrián, por Goya
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Siglos XIX-XX
Las últimas salas de la planta 3 y la totalidad de la planta 4 están dedicadas a artistas navarros del siglo XIX y XX. Señala el museo que se trata de una colección incompleta, y que es deficiente el conocimiento del arte navarro de esta época. Lo cierto es que mi desconocimiento sobre este tema era total, por lo que poco puedo señalar al respecto. La colección cuenta con algunas obras de artistas que sí conozco, como Equipo Crónica o Gustavo de Maeztu.
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Siglos XIX y XX
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Exposiciones temporales
Adelantaba antes que el museo ofrece también exposiciones temporales. Durante mi visita, en octubre de 2019, en la planta 0 del museo se situaba una exposición titulada “La vida impresa en los huesos” (enlace), sobre paleopatología. A través de diferentes restos óseos, la ciencia ha podido descubrir patologías sufridas por el ser humano a lo largo de la historia. La muestra, desde mi punto de vista, destacaba por su carácter didáctico, porque era posible disfrutar de ella sin contar con excesivos conocimientos.
También en la planta 4 se podía visitar otra exposición temporal, en este caso de fotografía, de la artista navarra Lydia Anoz (enlace). Se trataba de fotografías muy artísticas, de autor, que personalmente me gustaron mucho.
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Exposición temporal de paleopatología, «La vida impresa en los huesos»
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Exposición fotográfica de Lydia Anoz
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Y con este último apartado termina mi breve repaso al Museo de Navarra. Podéis consultar la etiqueta “Navarra” (click) para leer otras entradas dedicadas a la Comunidad Foral, esa gran desconocida para muchos, y que desde este blog, recomiendo siempre visitar.
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Vista del casco histórico de Pamplona desde el museo
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BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES:
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GOBIERNO DE NAVARRA (2020). Museo de Navarra. Recuperado de (click)
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MEZQUÍRIZ, M. A. (1958). El Museo de Navarra. Príncipe de Viana 19, N.º 70-71, pp. 19-24
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VVAA (1990). Gran enciclopedia de Navarra. Pamplona, Fundación Caja Navarra.
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