Los reinos de Taifas (I): de paseo por Albarracín, el archipremiado pueblo turolense

Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga

Supongo que a estas alturas poca gente será la que no haya oído hablar de Albarracín, el pueblo más galardonado de los concursos patrios. No hay encuesta o certamen que se le resista a esta pequeña localidad turolense. El último, el convocado por el suplemento ‘El Viajero’ del diario ‘El País’ (click para leer la noticia). Año tras año, Albarracín recibe algún premio como pueblo más bonito de España. Y no es para menos.

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Panorámica de Albarracín

Como decía, Albarracín es un pueblo de la provincia aragonesa de Teruel, encajado magistralmente entre montañas (destaca la sierra que lleva su nombre) y bañado por el río Guadalaviar (origen del conocido Turia). La estampa típica de Albarracín es la que, desde cualquiera de sus miradores, nos ofrece una panorámica del pueblo, con sus amontonados edificios color salmón (hablaremos de ello después), dentro de un trazado que se amolda con perfecta armonía a las condiciones geográficas que hemos descrito. Esta primera imagen ya suele generar en el observador un fuerte “¡Guau!”, que irá en aumento a medida que se profundiza en su particular historia.

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Albarracín entre montañas

Sobre esto último versará la entrada, ofreciendo un pequeño repaso de la historia más particular de Albarracín, centrándonos en su etapa como taifa durante la Edad Media. Todo ello acompañado de fotografías y de otros datos sumamente interesantes, como la arquitectura tradicional de las casas del pueblo, con el yeso rojizo, el hierro forjado y la madera como principales puntales.

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Calles de Albarracín

El Al-Andalus

¿Reinos de Taifas? Seguro que a más de uno esta particular etapa de la historia de España se le presenta algo difusa. De ahí que empecemos por el principio.

Los musulmanes llegan a la Península Ibérica en el siglo VIII, dominándola prácticamente en su totalidad tras unas décadas de campañas expansivas. No será hasta el siglo XV, en concreto en el año 1492, cuando las tropas de los Reyes Católicos tomen el Reino de Granada, poniendo fin a más de siete siglos de poder musulmán.

Y, ¿cómo se organizaron durante tantos años? Es aquí cuando quizá nuestra memoria recopile varias etapas y estructuras políticas: Emirato Omeya, Califato de Córdoba, Reino de Granada… Pero, ¿cómo se sucedieron en el tiempo?

Tradicionalmente, la historia del Al-Andalus en la península se divide en varias etapas siguiendo un orden cronológico: una primera, el Emirato de Córdoba (dependiente de los califas omeyas de Damasco), una segunda conocida como Califato de Córdoba (de gran esplendor e independencia), un tercer período de inestabilidad y variabilidad gubernamental, donde se enmarcan los Reinos de Taifas y los Imperios almorávides y almohades, y una última, el Reino de Granada, bajo dominio de la dinastía nazarí.

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Las murallas de Albarracín en lo alto

Los Reinos de Taifas

Como le suele ocurrir a todo aquello que ha estado en la cima durante un largo período de tiempo, el esplendoroso Califato de Córdoba entró en crisis a comienzos del siglo XI. La dinastía de los Omeyas sufrió un primer golpe de estado, fragmentándose el territorio en diferentes reinos independientes, obligando a los cordobeses a abolir finalmente el califato y expulsar a los omeyas en el año 1031. Esto abrió, como decíamos antes, un nuevo período muy particular dentro de la historia de nuestro país, la de los Reinos de Taifas.

Los Reinos de Taifas fueron una serie de territorios, declarados autónomos dentro de un proceso de guerra civil en el Al-Andalus. Diversos personajes andalusíes, que ostentaban cierto poder a nivel local, se hacen cargo de estos pequeños reinos aprovechando el vacío de poder central en Córdoba. Imitaron la estructura del antiguo califato, teniendo algunos de ellos cierta riqueza y cultura, aunque sin demasiado poder militar.

Sin embargo, encontramos ciertas particularidades en el Al-Andalus del siglo XI: una mayor heterogeneidad en la población, debido a la llegada de nuevos contingentes procedentes de África; una predominancia de la ciudad que se mantiene, pero que ahora se supera a si misma, pasando de capital a pequeño sistema estatal; un campo que se ve afectado por la crisis, y en consecuencia las grandes masas campesinas se ven obligadas a contribuir a la riqueza de la taifa; y un comercio que, a pesar de la fragmentación y la inestabilidad, es fluido, tanto interno para propio consumo como externo, de cara sobretodo al norte de África. 

En una primera tanda, se constituyeron veintiséis reinos de Taifas: Almería, Badajoz, Sevilla, Valencia… y entre ellos, Albarracín. Todas ellas mantuvieron su poder hasta finales del siglo XI, cuando los almorávides se hacen con el poder. Pero al hablar de taifas no nos podemos limitar a lo que hemos explicado hasta ahora, pues a mitad del siglo XII el imperio de los almorávides cae, dando lugar a los llamados segundos reinos de taifas, que fueron 12, aunque ninguno de ellos Albarracín. Tiempo después, las taifas volverán a someterse a un poder relativamente central, el de los almohades. Sin embargo, una tercera oleada de taifas tiene lugar en el siglo XIII, cuando los almohades pierden de nuevo el control, en un tiempo de constante asedio cristiano (la famosa victoria de los reinos cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa tuvo lugar en el año 1212). Con la implantación del Reino nazarí de Granada, al Al-Andalus llega cierta estabilidad y apogeo (aunque con sucesivas crisis internas), cerrando el período que tratamos en esta entrada.

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Panorámica de Albarracín entre montañas

La taifa de Albarracín

Como decíamos, la taifa de Albarracín tiene su origen alrededor del año 1013, durante las primeras taifas, cuando la familia Benu Razín, bereber pero fuertemente arraigada en el Al-Andalus, toma las riendas de este pequeño territorio. La taifa llegó a tener hasta tres reyes sucesivos, todos de la misma dinastía, hasta que es conquistada por los almorávides, dentro del contexto del nuevo Imperio almorávide. Sin embargo, no todas las taifas cayeron por conquista almorávide, sino que algunas fueron tomadas por otras taifas, o incluso fueron recuperadas por los reinos cristianos.

En Albarracín podemos visitar patrimonio correspondiente a este período taifa: la Torre del Andador, posteriormente anexionada al impresionante conjunto amurallado de Albarracín (siglos X-XV); y, del mismo modo, el gran alcázar o castillo, sede de los régulos taifas, donde se han encontrado importantes restos de las casas-palacio musulmanas.

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Torre del Andador y Alcázar de Albarracín

Albarracín cristiano

Diversos documentos atestiguan que en el siglo XII Albarracín era un objetivo muy deseado por las coronas cristianas. Sin embargo, Albarracín se mantuvo independiente y soberano hasta el siglo XIV, cuando por fin el rey Pedro IV de Aragón consigue incorporarlo a sus territorios de manera definitiva.

Durante los primeros siglos de la Edad Moderna, Albarracín incluso conservó sus fueros, y el hecho de que fuese cabeza de la diócesis explica la construcción de su catedral (siglo XVI) y todavía cierta importancia en la zona.

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Catedral de Albarracín

La arquitectura tradicional: yeso rojizo, forja y madera

Otra característica llama la atención en este precioso pueblo: la arquitectura de sus casas a lo largo de todas las calles que conforman el conjunto.

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Calles en Albarracín

En Albarracín los edificios están revestidos de yeso tradicional, y constituyen una rareza única en España. La fabricación de este yeso se produce artesanalmente con dos tipos piedras locales con arcilla, siendo lo más llamativo el color rojo claro que se obtiene como resultado. Este hecho, unido a la adaptación a los desniveles geográficos, le da al conjunto de Albarracín una gran armonía constructiva.

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Particular color rojizo de las construcciones en Albarracín

Significativo es también el trabajo del hierro forjado, presente sobre todo en las ventanas. El pueblo cuenta incluso con un museo sobre el tema, el Museo de la Forja, donde se exponen trabajos variados de destacados artesanos locales, como Adolfo Jarreta.

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Hierro forjado en las ventanas de diferentes construcciones

El último elemento que sobresale en las construcciones de Albarracín es la madera, visible en balcones o vigas.

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Madera muy presente en las construcciones de Albarracín

De entre todos sus edificios, el más emblemático es la Casa de la Julianeta, construcción bajomedieval curiosa por su fisonomía irregular, casi imposible.

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Casa de la Julianeta

Para presevar y promocionar el patrimonio de Alabarracín y apostar por el desarrollo sociocultural y economómica de la zona, entre otras cuestiones, nació en el año 1996 la Fundación Santa María. Podéis consultar su página web siguiendo este enlace (click).

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La sierra de Albarracín, paisaje durante el viaje y río Guadalaviar

BIBLIOGRAFÍA:

  • SANZ, D. y VILLANUEVA, L. (2004). Albarracín y el yeso rojo. Informes de la construcción vol. 56, n.º 493, pp. 47-52

  • VIGUERA, M. J., CALERO, M. I., TORRES, M. P. y VERNET, J. (1996). Los reinos de Taifas. Cuadernos Historia 16, núm. 47

  • VIGUERA, M. J. (1995). De las taifas al reino de Granada (Al Andalus, siglos XI-XV). Historia 16, núm. 9

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