Zamora, desconocida, perfecta

Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga

Cada vez que le cuento a alguien que Zamora es una de mis ciudades favoritas de España, poco más y se echa a reír. La verdad es que uno de los eslóganes de promoción turística de la ciudad, “Zamora, desconocida, perfecta” no puede ser más acertado. Muy poca gente conoce el patrimonio y la historia que hay detrás de la llamada “capital del románico”.

Zamora, desconocida, perfecta

Durante la conquista romana de la península ibérica, Zamora destaca gracias a la figura de Viriato, pastor lusitano símbolo de la resistencia frente a las tropas de Roma. Famosa es la frase “Roma no paga a traidores”, pronunciada por el cónsul al recibir a los asesinos de Viriato, los que le habían dado muerte por encargo haciéndose pasar por emisarios de paz. Más allá de esta etapa, Zamora vivió su esplendor en la Baja Edad Media, donde se convirtió en unas de las ciudades más destacadas de Castilla. Fruto de este esplendor son la veintena de edificios románicos repartidos por la ciudad. El Romancero de la época menciona numerosos sucesos ocurridos en ella. Tras esta etapa, Zamora no volvió a gozar nunca de ese esplendor. Tan sólo a finales del siglo XIX repuntó tímidamente. Así, curiosamente, Zamora es de las pocas ciudades de interior con un conjunto de edificios modernistas.

En la actualidad, Zamora es famosa por su Semana Santa, de Interés Turístico Internacional. Tuve el placer de ver las procesiones de Viernes Santo en el 2014. Son procesiones austeras, muy diferentes a la que se pueden vivir en otros lugares como Andalucía. 

Además de capital del románico, Zamora recibe el apodo de “la bien cercada”, por situarse en una peña bañada por el Río Duero. Cuenta con una población que apenas llega a los 70000 habitantes. Es una ciudad tranquila, donde se puede disfrutar de un turismo relajado, sin aglomeraciones. En el centro me ha llamado siempre la atención el urbanismo. Los edificios, aún siendo de diferentes estilos y épocas, mantienen en conjunto una cierta armonía; raro es ver alguna casa de más de 4 pisos estropeando el paisaje.

A lo largo de los últimos años he estado 4 veces en la ciudad. El silencio de sus calles sólo roto por el crotoreo de las cigüeñas me enamoró desde el primer día. Sería prácticamente imposible hablar aquí de todo el patrimonio de la ciudad, por lo que me centraré en lo más interesante desde mi punto de vista, agrupado por puntos.

CIGÜEÑAS ii

Cigüeñas en el Campanario de San Isidoro

1. Catedral, Castillo, Portillo de la Lealtad y Casa de Arias Gonzalo (o del Cid)

Empiezo hablando de la Catedral, consagrada a El Salvador, por ser el edificio más destacado de la ciudad. Sobresale la torre de más de 40 metros de altura y junto a ella el cimborrio decorado con escamas, de estilo bizantino—. En el interior me llamaron la atención las rejas que cierran la capilla mayor, con más de 600 años de antigüedad, al igual que el coro de madera.

CUPULA CATEDRAL

Cimborrio de la Catedral visto desde el interior

Torre y Cúpula

Torre y cimborrio de la Catedral

En los alrededores de la Catedral se encuentra también el Castillo de Zamora, en un entorno muy bonito para pasear —el “Parque del Castillo”—. Desde hace unos años, tras varias obras de recuperación, se puede visitar y ver sus diferentes partes.

Castillo

Castillo de Zamora

También en el entorno de la Catedral nos encontramos con la Iglesia de San Isidoro y el Portillo de la Lealtad (antes llamado de la Traición). Cuenta el Romancero que por esa puerta regresó Bellido Dolfos después de dar muerte al rey Sancho, liberando así a la ciudad de doña Urraca del cerco al que estaba sometida desde hacía meses. Para los amantes de la Historia el Portillo es parada obligada. En las afueras de la ciudad, donde dicen que fue asesinado el rey, se conserva una cruz, la “cruz del rey don Sancho”.

PORTILLO

Portillo de la Lealtad (o de la Traición)

Se puede terminar el paseo por los alrededores de la Catedral parando en la Casa de Arias Gonzalo (o del Cid), un edificio del románico civil —pocos edificios civiles de esta época se conservan hoy en día—.

2. De la Plaza Mayor a la ribera del Duero y el Puente de Piedra

La Plaza Mayor de Zamora tiene un encanto especial. Allí, uno enfrente del otro, se encuentran el Ayuntamiento Viejo (de estilo plateresco) y el Nuevo (del siglo XX). Uno de mis paseos favoritos por Zamora comienza en la Plaza Mayor, bajando desde allí por la Calle de Balborraz, una particular cuesta con bonitas casas a ambos lados.

Plaza Mayor y cuesta

Plaza Mayor y Calle de Balborraz

Si continúas bajando llegas hasta la ribera del río, pudiendo acercarte a ver el Puente de Piedra, el más antiguo de los que atraviesan el Duero en la ciudad. Siguiendo el curso del río dirección Catedral se puede dar otro tranquilo paseo. Al poco rato te encuentras con restos de la antigua muralla y la llamada Puerta del Obispo. Si la atraviesas, volverías a las inmediaciones de la Catedral de las que hablé antes.

En otras zonas de la ciudad se pueden ver también restos bien conservados de la muralla, como junto al Palacio de doña Urraca —a unos 200 metros por detrás del Ayuntamiento nuevo—, o por la calle de Trascastillo —como su propio nombre indica, por detrás del Castillo—. 

Las mejores vistas del río las da el Mirador del Troncoso, muy próximo a los alrededores de la Catedral.

Mirador troncoso

Vistas desde el Mirador del Troncoso

3. Del modernismo de la Plaza Sagasta a la Plaza de Viriato y la de San Ildefonso

La Plaza Sagasta es, en mi opinión, una de las plazas más bonitas de la ciudad. En ella se pueden ver varios edificios modernistas, algunos ocupados por conocidas cadenas de moda.

Edificios modernistas

Edificios modernistas en Plaza Sagasta y alrededores

Siguiendo hacia la Catedral se puede hacer otra interesante ruta. Atravesada la Plaza Mayor y la calle de Ramos Carrión se llega a la plaza de Viriato, otra de mis favoritas. En ella, rodeada de árboles, se levanta una estatua del pastor lusitano. También se sitúa allí el Parador de Turismo, antiguo Palacio de los Condes de Alba de Liste, de estilo renacentista.

Viriato

 Monumento a Viriato

Contigua a esta Plaza está la de Claudio Moyano, muy interesante también, con la iglesia de San Cipriano y la Biblioteca Pública. Desde esta plaza se disfruta de una buena perspectiva: la del río al fondo y, delante, en primer plano, el Museo de Zamora. Éste ocupa varios edificios: el Palacio del Cordón del siglo XV, llamado así por la decoración de la fachada con cordón franciscano, un edificio anexionado de nueva construcción y la antigua Iglesia de Santa Lucía. De su colección me gustó especialmente la de arqueología.

Cordón

Museo de Zamora. Palacio del Cordón

Para completar el paseo se seguiría andando por la calle de los Francos hasta llegar a la Iglesia de San Pedro y San Ildefonso, una de las más grandes del centro histórico.

4. Algunas Iglesias románicas

Como ya he mencionado antes, Zamora atesora un enorme conjunto de edificios románicos, en su mayoría iglesias. Mis favoritas son:

La Iglesia de la Magdalena, con una sola nave y muy austera, sin apenas ornamentación. Sobresale su portada y un sepulcro románico en su interior. Es sin duda mi favorita desde que la visité por primera vez.

Magdalena

Iglesia de la Magdalena

La Iglesia de San Juan Bautista, en la Plaza Mayor, con el monumento al merlú junto a uno de sus muros. El merlú es la figura más representativa de la Semana Santa de Zamora; se trata de una pareja encargada de avisar y reunir al resto de cofrades, mediante la corneta y el tambor.

Merlús

Monumento al Merlú

La Iglesia de Santiago de los Caballeros. Es una iglesia románica muy pequeña, situada fuera de los muros de la antigua ciudad, pero que vale la pena visitar. A mí particularmente me encantó. Allí dicen que fue armado caballero el Cid Campeador.

CABALLEROS

Iglesia de Santiago de los Caballeros

– La Iglesia de Santa María la Nueva, donde cuenta la leyenda que ocurrió el Motín de la trucha, una revuelta en la que el pueblo zamorano quemó a los nobles dentro de ella a causa de un conflicto en el mercado. A su lado se encuentra el Museo de la Semana Santa de Zamora, que me encantaría visitar pero nunca he podido.

2 comentarios sobre “Zamora, desconocida, perfecta

  1. Siguiendo, de nuevo, y con auténtica delectación, estas maravillosas reseñas que nos has ido dejando, María. Trato de priorizar lo que a mí me emociona. Y claro, aparece Zamora: ¡cómo no!
    Difícil de entender, ya lo creo, pero no para mí, a la vez confortado con descubrir personas que sienten algo parecido que han tenido que encontrar alguna razón para que prenda la llama, ya que se encuentra fuera de los circuitos de rigor. De siempre, me ha llamado y seducido esta ciudad, quizás por su discreción (y su belleza austera) frente a la vecina Salamanca, más suntuosa, que suele acaparar las miradas del turista por su mayor prestancia y universalidad. Zamora es distinta; tú lo describes perfectamente; si hasta el nombre me parece precioso…
    Después de varias visitas «fugaces» o «de paso» años atrás, éste 2022 decidí ir allí a celebrar mi cumpleaños, que cayó en Semana Santa. Ése era mi autorregalo y una ilusión. Por fin, hice noche en Zamora y viví algunas procesiones; sencillamente, emocionante. Y qué decirte de la Plaza Mayor, Sagasta, Viriato, Ramos Carrión…o el paseo a orillas del Duero en una mañana de sol espléndido de abril, si ya lo conoces y lo citas.
    Simplemente aseguro que está también en mi «top 5», por cuestiones que trascienden a simples criterios de análisis convencional; creo que me entiendes. En fin, sólo puedo decir que volveré. Y pronto. ¡Y qué suerte encontrarse con adeptos a esta causa!

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    1. Yo he perdido la cuenta de las veces que he visitado Zamora. Algunas tuvieron lugar días de diario «normales», fuera de períodos vacacionales. Otras, en Semana Santa. En ambos casos me encontré ciudades diferentes pero quedé fascinada igualmente. Aparentemente es una ciudad pequeña y tranquila, con el mérito de contar con la mayor concentración de iglesias románicas de Europa, pero yo encontré un encanto en cada esquina, tal y como tú bien comentas. Las vistas de la ciudad desde el margen opuesto del río me siguen emocionando. He coincidido con más personas enamoradas de Zamora, pero la tónica general es que a la mayoría les deje bastante indiferentes.

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