Texto: María Berini Pita da Veiga
Fotografías: bases de datos museísticas
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Siento debilidad –y los lectores que se han pasado por aquí en alguna ocasión seguro que ya lo han comprobado– por entradas como la que hoy publico. Me encanta poder recopilar, analizar y agrupar obras de arte, episodios de la historia, libros o lugares, siempre con fines didácticos.
La entrada de hoy poca presentación necesita. Viajaremos a lo largo de la historia de la Literatura española poniéndole cara a todos esos autores de los que tantas veces hemos oído hablar. Y gracias a este paseo no sólo repasaremos el devenir de nuestra literatura, y también del arte, sino que igualmente podremos observar cómo las diferentes ramas del arte confluyeron, confluyen y seguirán confluyendo, pues grandes maestros de la pintura retrataron a grandes maestros de la literatura. ¡Mucho más que una coincidencia!
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La Edad Media: entre anónimos y manuscritos
Nuestro paseo por la historia comienza en época medieval, cuando podemos empezar a ponerle nombre y apellidos a los autores de las obras con cierto rigor. La figura del escritor, obviamente, no existía con las connotaciones profesionales que unos cuantos siglos después alcanzaría. Y ni siquiera es posible, en muchos casos, conocer la autoría de los manuscritos. Cuántos títulos destacados de nuestra literatura son anónimos, como la mayor parte de los romanceros («Cantar del mío Cid») o incluso novelas tan aclamadas como «El lazarillo de Tormes». Dificulta este viaje en el tiempo, además, no disponer de retratos fidedignos de autores que sí firmaron sus obras, como el Arcipreste de Hita, don Juan Manuel o Fernando de Rojas.
Sin embargo, existen algunas excepciones. La primera de las que mencionaremos en esta entrada, en el siglo XIII. Sabemos de la autoría –o, al menos, dirección, ya que en el proceso creativo participaban diversos personajes de la corte con distintos roles– del rey Alfonso X “el Sabio” en las «Cantigas de Santa María». En los manuscritos del cancionero encontramos maravillosas miniaturas, y, en algunas de ellas, aparece representados todos los personajes de la corte, inclusive el propio monarca. Nunca podremos cuantificar la dosis de realismo de estos retratos, pero, desde luego, son la representación más directa del rey Alfonso X que ha llegado hasta nuestros días.
Un siglo más tarde, durante el XIV, nos encontramos con la figura del escritor y pensador mallorquín Ramón Llul. Una vez más lo identificamos gracias a las miniaturas de un manuscrito y, una vez más, no nos queda otra que confiar en el realismo de esta representación.
No hemos podido en ningún caso reflejar la autoría de estos retratos. En el caso del de Jorge Manrique (siglo XV), autor de «Coplas por la muerte de su padre», se le atribuye al pintor Juan de Borgoña.
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Siglos XVI y XVII: del misticismo al Siglo de Oro
Aunque pintados unos cuantos años después de su fallecimiento, existen multitud de retratos de la santa y escritora mística Teresa de Ávila, Santa Teresa de Jesús, algunos de ellos pintados por los extraordinarios artistas Alonso Cano o Francisco de Zurbarán, así como de su homólogo San Juan de la Cruz, excelso poeta.
Difícil, por no decir imposible, es ponerle cara a Miguel de Cervantes, pues de ninguno de los retratos atribuidos se puede afirmar a ciencia cierta que representan al escritor alcalaíno –ni siquiera el famoso lienzo de Juan de Jaúregui–. Sí pintó Diego Velázquez a Luis de Góngora, Eugenio Cajés a Lope de Vega, o Juan Van der Hamen a Francisco de Quevedo. Sin embargo, no está muy clara la autoría de los múltiples retratos de Calderón de la Barca, alguno atribuido a Juan de Alfaro, así como el retrato de Garcilaso de la Vega de la Catedral de Toledo.
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Siglo XVIII: la Ilustración
Aterrizamos de lleno en el Siglo de las Luces con los retratos de dos figuras destacadísimas en esta época de delirio científico y racional. Uno es el famoso retrato que le pintó Francisco de Goya al ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos. Y hablando de ilustrados, el segundo nos presenta al brillante Padre Benito Feijóo, gracias a un grabado de Juan Bernabé Palomino.
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Siglo XIX: romanticismo vs realismo
Llegados al siglo XIX, este viaje en el tiempo se diversifica y complica a la vez. Comenzará la figura del escritor a ser reconocida como la de un profesional; empezarán a surgir diversidad de estilos y tendencias; nacerá, por fin, la gran novela moderna en Occidente.
A comienzos de siglo, en plena ola romántica, nos encontramos con los retratos de Gustavo Adolfo Bécquer (firmado por su hermano Valeriano), de Cecila Bohl de Faber, alias Fernán Caballero (firmado igualmente por Valeriano Bécquer), el de José de Espronceda (obra de Antonio María Esquivel) o el de Mariano José de Larra (ejecutado por José Gutiérrez de la Vega). Años más tarde, en los últimos coletazos del romanticismo, nos encontramos con los retratos de Rosalía de Castro (por Modesto Brocos), el de un joven Juan Valera (sito en la Capellanía de los Valera en Doña Mencía, cuyo autor no se referencia) o el de Angel de Saavedra, Duque de Rivas (firmado por el sensacional pintor Federico de Madrazo).
Y la segunda gran época de la Literatura española, después del Siglo de Oro, nos ofrece algunos de los retratos más sensacionales de este reportaje. Realismo y naturalismo en las figuras de Benito Pérez Galdós (retratado en dos ocasiones por el genial Joaquín Sorolla), de Emilia Pardo Bazán (con obras firmadas por Joaquín Vaamonde o el propio Sorolla), de Don Juan Valera como diplomático en su madurez (firmado por Enrique Romero de Torres) o del mismísimo naturalista Vicente Blasco Ibáñez (obra, cómo no, de su paisano valenciano, Sorolla). Para encontrar retratos de José María de Pereda tenemos que cambiar de soporte pictórico e irnos a esta obra de Aleix Clapés.
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Siglo XX: generación del 98, modernismo, generación del 27 o posguerra
Otro momento sensible de nuestra historia –la generación del 98– nos riega de retratos magistrales. Los de Azorín pintados por Joaquín Sorolla o Ignacio Zuloaga (¡menuda paradoja!), al igual que en el caso de Miguel de Unamuno. Pero Sorolla, cumpliendo el encargo de la Hispanic Society de Nueva York, también retrató a Pío Baroja y Antonio Machado. Y en el caso de Ramiro de Maeztu, su retrato está firmado por su hermano Gustavo.
No nos podemos olvidar tampoco del modernismo, representado en esta entrada por Ramón María del Valle Inclán, con una obra, una vez más, del pintor vasco Ignacio Zuloaga.
Sorolla es también autor de los retratos de otros grandes autores del siglo XX como Jacinto Benavente, José Echegaray, Menéndez Pelayo o Ramón Pérez de Ayala.
A pesar de lo prolífico de sus carreras, no existen demasiados retratos de los autores de la generación del 27. Por curioso, para mí destaca el del poeta Miguel Hernández, firmado por Buero Vallejo en 1940 durante su estancia en la cárcel.
A partir de la posguerra, resulta más difícil el estudio de los retratos, por la proliferación de artistas locales que retrataron a sus paisanos escritores. Desde mi punto de vista es muy bueno el retrato de Camilo José Cela por Luis Mosquera, y original teniendo en cuenta el carácter del escritor, el que Miguel Delibes colgó en su casa de Valladolid, firmado por John Ulbricht.
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