Palencia: de hogar de los vacceos a ciudad más verde de España

Texto y fotografías: María Berini Pita da Veiga

Era de esperar que las reacciones a la frase “Me voy de viaje a Palencia” fuesen de todo menos buenas. Esta pequeña capital del norte no cuenta, a ojos del gran público, ni con el tirón que puede tener una ciudad soleada y costera, ni tampoco con los famosos reclamos de sus vecinas castellanas (Ávila y su muralla, Burgos y la catedral o Salamanca y la universidad). Son los propios palentinos los que hablan de su catedral como “la bella desconocida”. Y otro dato más refleja esta falta de reconocimiento: son varios los listados que sitúan a Palencia como la capital menos visitada de España, a pesar de su situación privilegiada a caballo entre varias provincias y regiones, y lo bien conectada que se encuentra en transporte público.

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Estación de tren en Palencia

Las expectativas generales sobre Palencia apuntan a que estamos ante una ciudad pequeña, abandonada, con clima extremo tanto en verano o como en invierno, con pocas alternativas de ocio en sus múltiples manifestaciones… y, por tanto, un destino viajero nada interesante. Yo tenía claro que esto no es así, tras haber leído bastante sobre la ciudad, pero una vez visitada puedo decir sin dudar un ápice que la capital palentina superó todas mis expectativas.

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Catedral de San Antolín en Palencia

Cuando hablo de una ciudad me gusta comenzar con una pequeña descripción de la misma antes de tomar el hilo conductor o enfoque que utilizo siempre, el histórico y patrimonial.

Palencia es una ciudad perteneciente a la comunidad autónoma de Castilla y León, capital de la provincia de mismo nombre, y que cuenta con una población que no llega a los 80.000 habitantes. Se trata, por tanto, de una ciudad pequeña desde el punto de vista demográfico. Por otro lado, conviene destacar que lo más habitual es que se haga mención a Palencia como municipio perteneciente a la Tierra de Campos, una comarca que reparte sus terrenos entre varias provincias, con características físicas homogéneas y donde abundan las grandes llanuras. De ahí que muchas localidades lleven de “apellido” en el topónimo la locución “de campos”. También es muy habitual que la toponimia palentina haga mención al río Carrión, un afluente del Pisuerga que no sólo riega la provincia, sino que marca la fisonomía de la capital, por la que pasa pocos kilómetros antes de su desembocadura. Varios puentes cruzan este río; el más antiguo de ellos el de Puentecillas, de origen romano. Pero también surcan sus aguas el Puente Mayor, construido en la Edad Moderna, y el Puente de Hierro, de finales del siglo XIX.

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Río Carrión y algunos puentes que lo atraviesan a su paso por Palencia

Es cierto que el clima se caracteriza por veranos calurosos e inviernos fríos, como en toda la meseta castellana (a una media de 700 metros de altitud), y que el paisaje característico son las amplias y desiertas llanuras, pero esto no es motivo para dudar de su atractivo. Desde mi punto de vista (y de escritores como Antonio Machado, ¡cómo no!) los campos castellanos, con su colorido tan característico, son preciosos.

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Paisaje de Tierra de Campos desde la subida al Cristo del Otero

Pasando ahora a hablar de historia y patrimonio, es habitual dedicarle un primer capítulo a todo lo ocurrido con anterioridad a la conquista romana. Si en nuestra Galicia habitaron los celtas, sabemos que en parte de la meseta norte vivieron los celtíberos. En concreto, Palencia fue el hogar de los vacceos hasta la inevitable dominación romana de la península en el siglo II a. C. La localidad que hoy es Palencia fue bautizada por este pueblo prerromano como Pallantia. Para poder disfrutar de diferentes restos de la civilización vaccea y de la posterior conquista romana es imprescindible visitar en la capital el Museo de Palencia. La mejor descripción de la colección nos la da su propia página web: “Las colecciones del Museo recorren la secuencia arqueológica de la provincia desde el Paleolítico hasta la Edad Moderna, con especial incidencia en el mundo vacceo, siendo particularmente rico en objetos del mundo romano (…)”. El museo ocupa un edificio histórico, la Casa del Cordón (siglo XVI), que como otros tantos en ciudades castellanas (Burgos, Zamora…) debe su nombre a la decoración de la fachada con un cordón, alusión evidente a la orden franciscana. Las salas más espaciosas están ocupadas por la colección de la Prehistoria y Edad Antigua (con herramientas celtíberas o mosaicos romanos, por citar algunas piezas), mientras que la Edad Media y Moderna (donde se exhiben magníficos capiteles románicos, por ejemplo) se trata en el piso superior. El Museo de Palencia fue uno de los motivos por los que antes he dicho que Palencia superó mis expectativas, ya que me pareció un muy buen museo, tanto por el valor de su colección como desde el punto de vista de la museología.

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Museo de Palencia

En la Edad Media, tanto durante el reinado de los visigodos como en los tiempos de las coronas castellanas y leonesas, la Iglesia católica y los diferentes monarcas marcan el rumbo de la historia palentina. La cripta de la catedral de San Antolín es uno de los pocos elementos patrimoniales prerrománicos (siglo VII) en la ciudad. La cripta presenta también restos románicos (siglo XI), y se accede a ella bajando por una escalera en el final de la nave central. Igualmente en época medieval se construyó la catedral gótica que vemos hoy (siglo XIV), aunque como todos los templos de esta importancia, sufrió reformas que hacen que hoy en día disfrutemos de multitud de estilos (gótico, renacimiento, barroco…). En el exterior lo más destacado es la cabecera, con todo el esplendor del gótico y curiosas gárgolas en lo alto, así como el conjunto escultórico de la Puerta del Obispo. En el interior, todas las capillas presentan obras de alto nivel, pero sobresale por encima de todo lo demás el retablo mayor y el transcoro, obras maestras del plateresco español. Completa la visita al conjunto catedralicio un claustro del último gótico (que presenta arcos apuntados, pero sus bóvedas están decoradas con nervios, muy frecuentes en la arquitectura a partir del siglo XV) y un pequeño museo catedralicio, que exhibe una obra de El Greco.

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Catedral de San Antolín en Palencia

De época medieval encontramos otros muchos edificios en el centro de Palencia (la iglesia de San Pablo, la iglesia de San Francisco, el monasterio de Santa Clara, etc.), entre los que sobresale la iglesia de San Miguel (siglos XI-XIII), un claro ejemplo de construcción a caballo entre el románico y el gótico. Su fama reside en la torre fortificada y en que según la tradición allí se casaron Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid” y doña Jimena.

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1- Iglesia de San Pablo; 2- Convento de Santa Clara; 3 y 4- Iglesia de San Miguel

Ensombrecida por la fama y el esplendor de Salamanca, Palencia puede presumir de haber albergado la primera universidad española (Studium Generale), fundada en el siglo XIII. Junto a la iglesia de San Pablo un grupo escultórico y una placa recuerdan la efeméride.

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Placa en recuerdo de la universidad medieval de Palencia

Como la mayoría de ciudades castellanas, Palencia continuó siendo un lugar próspero a comienzos de la Edad Moderna, coincidiendo con el esplendor de los reinados de los Reyes Católicos y sus poderosos descendientes. Gran cantidad del patrimonio que albergaban las iglesias palentinas se exhiben en el Museo Diocesano, ubicado en el Palacio Episcopal de la ciudad (edificio del siglo XVIII), con obras de grandes maestros como Zurbarán o Juan de Juni.

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Escudos en la iglesia de San Agustín, antiguo Convento de las Agustinas Canónigas (fundado en el siglo XVI)

Siguiendo el hilo histórico, muy interesante es el Canal de Castilla, una impresionante obra de ingeniería del siglo XVIII, cuyo objetivo era poder transportar mercancías hacia los puertos por vía hidraúlica. El Canal pasa por la capital palentina gracias a una desviación que se construyó sobre el trazado principal. La importancia del río Carrión y la existencia del Canal son pretexto para visitar el Museo del Agua, situado precisamente entre un margen del río Carrión y el comienzo de la desviación del Canal de Castilla.

Pasando página, dos nombres sobresalen en la historia contemporánea del patrimonio palentino: esos son Jerónimo Arroyo y Victorio Macho.

Jerónimo Arroyo (1871-1946) fue un arquitecto palentino, culpable de la llegada del modernismo a la ciudad. Sus edificios son verdaderamente llamativos y llenos de personalidad, como el Palacio de la Diputación o el colegio Villandrando, donde se entremezclan y evocan multitud de estilos artísticos.

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Escultura homenaje y obras de Jerónimo Arroyo en Palencia

Por otro lado, verdadero símbolo de Palencia es el Cristo del Otero, una colosal escultura de más de 20 metros de alto, situada sobre una colina con espectaculares vistas de la ciudad y de Tierra de Campos. Su autor, Victorio Macho (1887-1966), fue un escultor palentino de gran fama, autor de obras reconocidas en otras ciudades españolas y sudamericanas, como en el Retiro madrileño. En la calle Mayor de Palencia una escultura le rinde homenaje y bajo el colosal Cristo del Otero reposan sus restos en una ermita. En ese mismo espacio se encuentra hoy en día un museo dedicado a su figura, con bocetos y proyecciones que permiten conocer más de cerca su vida y su obra.

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Escultura homenaje en Calle Mayor, Museo y Cristo del Otero

Un paseo por su casco urbano nos lleva inevitablemente a la Calle Mayor, la principal arteria de la ciudad. Palencia cuenta con muchos rincones agradables, plazas y calles espaciosas para disfrutar de la tranquilidad. Poder estar relajado, sin esperar grandes colas, sufrir empujones o tener que padecer al turistas en el sentido más peyorativo del término, es algo que cada vez valoro más. Por otro lado, en diferentes espacios de la ciudad se han levantado curiosas esculturas, desde la famosa “gorda” de la Calle Mayor, pasando por un precioso homenaje a los maestros en la Plaza de la Inmaculada frente a la catedral, e incluso una representación de los cofrades de Semana Santa, evento muy importante en la provincia.

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Calle Mayor y diferentes esculturas a lo largo de la ciudad

Finalmente, es imprescindible hacer mención a una característica de Palencia que recojo en el título de la entrada. La capital castellana puede presumir de ser la ciudad más verde de España, puesto que cuenta con el mayor índice de vegetación por habitante de todo el país. Este record, que puede parecer insignificante al lado de otros, es algo que impresiona a cualquier visitante con cierta sensibilidad desde el primer día que aterriza en la ciudad. Palencia cuenta con una enorme variedad de parques y jardines, todos ellos de una extensión muy considerable. Es imposible que haga mención a todos ellos. Por un lado están los parques más puramente urbanos, como el Salón de Isabel II, con terrazas concurridas y buen movimiento de ciudadanos. Y, por otro, una serie de parques, desde mi punto de vista totalmente idílicos, de esos que consiguen que una ciudad te de envidia por la calidad de vida que ofrece. Es el caso de el Sotillo de los Canónigos o el Parque Isla Dos Aguas, ubicados en islas naturales dentro del río Carrión; o de las Huertas del Obispo, en los márgenes del mismo.

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Idílicos jardines los de Palencia

Recapitulando, se puede decir que viajar a Palencia es una experiencia maravillosa para poder disfrutar relajadamente de magníficos monumentos y preciosos jardines. ¡Tengo claro que volveré!

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Escudo y vista panorámica de la ciudad

4 comentarios sobre “Palencia: de hogar de los vacceos a ciudad más verde de España

  1. Buenas tardes, María. Recientemente he descubierto este espacio tan interesante; en primer lugar quiero darte mi enhorabuena por esta magnífica idea, por este blog tan bien pensado y sobre todo por tu concepto de viajar (coincido muchísimo) y por la visión personalísima que justifica cada proyecto de viaje. ¡Me identifico con tu pasión por esas ciudades, especialmente capitales de provincia, olvidadas, desconocidas, al margen de los grandes circuitos y guías! Ciudades y villas para paladares diferentes quizás. Yo también he tenido que justificarme muchas veces por mi pasión, siendo gallego, por Castilla y por supuesto por Palencia, que ya visité un par de veces así como las localidades de Frómista, Támara o Carrión. Seguiré el blog con interés, aún estoy comenzando, tus escritos e impresiones acerca de las diferentes «escapadas» que traes aquí prometen. Lo dicho: un oasis en el desierto de la convencionalidad hecha turismo. Un saludo.

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  2. Buenas tardes, Luis.
    ¡Muchísimas gracias por tu comentario! Me hace especial ilusión ver que las entradas (que esconden la intención que tú muy bien has sabido ver) llegan a los lectores. Se agradecen muchísimo este tipo de comentarios, porque uno siente que vale escribir sobre estos lugares y reivindicar otra manera de viajar.
    Coincido contigo en amar Galicia a la vez que Castilla, junto con otros rincones de nuestro país, sobre todo aquellos que todavía no se han convertido en parques temáticos y se pueden saborear de verdad, siguiendo un «hilo conductor» diferente. De los que mencionas, tengo pendiente Frómista, me muero de ganas de conocer su destacada iglesia románica.
    De nuevo, ¡muchísimas gracias! Retomo el blog después de unos meses de menor actividad por motivos laborales. Espero que te gusten las próximas entradas.
    ¡Un saludo!

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  3. Qué pena que todas esas zonas verdes no se puedan disfrutar por los niños por los jóvenes por las familias personas mayores’ en definitiva, por los ciudadanos tanto palentinos como visitantes.
    Palencia es la única ciudad que conozco donde se permite a los perros estar en todas absolutamente todas las zonas verdes.
    Palencia es una ciudad preciosa que se ha convertido en el retrete más grande de España.
    Qué triste!!!

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